Las largas vacaciones del Astoria
Hace más de 40 años que echó el cierre el cine de la calle Dionisio Guardiola, que sobrevive atrapado en el altillo de un bingo
La sala fue promovida por los herederos de Eduardo Serna Bódalo, promotor del Teatro Cervantes de la calle Ancha
Abrió en 1949 y en 1980 cerró "por vacaciones", pero su proyector dejó de funcionar para siempre
Plano original del Cinema Astoria, inicialmente bautizado como Cervantes, y foto de la calle Dionisio Guardiola, con el cine Astoria en funcionamiento. / ARCHIVO MUNICIPAL DE ALBACETE Y COLECCCIÓN SHARON MARTÍNEZ-GÓMEZ RUIZ
Un 19 de marzo de 1949, Día del Padre, abrió el Cinema Astoria de la calle Dionisio Guardiola. Un 4 de mayo de 1980, Día de la Madre, echó el cierre esta mítica sala albacetense. Erguido todavía como el primer día, es el último vestigio de los clásicos cines de la capital manchega, con una efímera existencia de poco más de 30 años. Y es que en su interior se pasó de escuchar legendarias frases de las grandes estrellas del séptimo de los artes a unos escuetos "línea" o "bingo".
Pero vayamos a su historia, que no deja de ser curiosa. Un relato cargado de anécdotas que comienza por quien, o menor dicho, quienes emprendieron este nuevo proyecto cinematográfico. En los primeros compases del Siglo XX, un tenor y abogado se hizo tremendamente popular en nuestra ciudad: Eduardo Serna Bódalo, un hombre de la cultura que se convirtió en empresario teatral y cinematográfico en 1919. Fue con la puesta en marcha, de la mano del arquitecto Daniel Rubio, del Teatro y Cine Cervantes, en plena calle Ancha (https://www.cuentosdecine.es/l/cervantes-la-breve-historia-del-teatro-y-cinematografo-de-la-calle-ancha/), cuya aventura concluyó en los primeros meses de 1936. Pero don Eduardo no quiso que su sueño empresarial quedara en ese señorial templo de las artes escénicas y cinematográficas, sobre cuyos cimientos se levanta hoy en día un gran comercio. Por eso, encargó un nuevo Teatro y Cine Cervantes, cuyos planos le fueron remitidos en febrero del año del inicio de la contienda nacional, diseño también de Daniel Rubio. Pero el inicio del conflicto bélico frustró esa nueva empresa, este nuevo coliseo cultural a instalar junto al Pasaje de Lodares. Eduardo Serna Bódalo falleció en noviembre de 1942.
Pero su familia no quiso que las cosas quedaran así, no. Y en 1946, su viuda, Pilar López Moreno, y sus herederos -Eduardo Serna tenía cuatro hijos, Rosa, Pilar, Inocencio y Rosario- encargaron un nuevo proyecto de cine y teatro a Baldomero Pérez Villena, arquitecto de la Diputación Provincial que, además, fue el autor en 1935 del Edificio Legorburo -junto con José Luis García Pellicer-, y es más, llegó a residir en el rascacielos de las cuatro esquinas.
Los planos del nuevo cine de la familia Serna fueron sellados y registrados por la Delegación de Albacete del Colegio Oficial de Arquitectos de la Zona de Valencia el 10 de mayo de 1946. El proyecto, cuyo aparejador fue Jesús García Alcañiz, estaba pensando para el solar situado "en la calle de Dionisio Guardiola, con fachada a la calle de Collado Piña, y también a callejón sin nombre" y "contará con patio de butacas y un anfiteatro".
Casi 1.000 localidades
La memoria del arquitecto añade que "los vestíbulos en planta baja sirven al patio de butacas con 600 localidades, y el de la planta principal, a las localidades del anfiteatro en número de 355". En cuanto a la cabina del operador, según los planos, "quedaba aislada de la sala por un pasillo de 0,80 metros, quedando los espectadores más próximos a dos metros de distancia".
El proyecto se elaboró con un error -otra anécdota-, ya que, según la propia memoria técnica, "los espectadores del anfiteatro en las últimas filas interrumpen la proyección al ponerse de pie, lo que es debido a un error en el dibujo, ya que las aberturas para efectuar la misma irán a 2,50 como mínimo desde la última fila de butacas, elevando para ello el techo de la cabina". Con el desarrollo de las obras, el lapsus quedó solventado.
En la actualidad el Cinema Astoria es una sala de bingo. / LA AVENTURA DEL CINE
Por otro lado, aunque el local se pensó sólo para cine, Baldomero Pérez Villena proyectó y diseñó un escenario "para su posible adaptación ulterior para representaciones teatrales, previas las obras necesarias y autorización de la Junta Provincial de Espectáculos". Pero según escribió en el Semanario Crónica Francisco Ballesteros, cronista oficial de la ciudad, apenas tuvo ese otro uso en dos o tres ocasiones.
El arquitecto estimó el coste de la obra en 305.000 pesetas -unos 1.830 euros de ahora-, y cumplía con las ordenanzas municipales y, especialmente, con el Reglamento vigente de 3 de mayo de 1935 sobre policía de espectáculos públicos y de construcción de edificios.
Los promotores solicitaron licencia al Ayuntamiento para
comenzar a levantar el edificio el 11 de mayo de 1946, y el último de los
permisos pendientes fue comunicado por el Gobierno Civil, el 27 de septiembre
de ese mismo año. De acuerdo con los planos, el nombre del nuevo cine iba a ser
Cervantes, con lo que la familia quiso rendir un homenaje a don Eduardo,
fundador del primer Cervantes y que intentó un segundo Cervantes.
De Cervantes a Astoria
Pero el hecho
de que, en el verano de 1945, el empresario José Pérez García abriera un primer
Cine Cervantes de verano en la calle Saturnino López -en el solar del antiguo
Sport Patines- pudo ser el detonante de que la nueva sala no llevara el
apellido del autor del universal Don Quijote de la Mancha. Finalmente, se optó
por Cinema Astoria, como aquellos viejos estudios cinematográficos de Nueva
York en los que los Hermanos Marx rodaron sus primeras películas. Sin duda, son
multitud las ciudades que tuvieron en su momento una sala cinematográfica con
nombre tan glamuroso, desde Madrid a Barcelona, pasando por Valencia, Málaga,
Bilbao, San Sebastián...
Tres años después, el cine ya era una realidad, y fue el momento de solicitar la licencia de apertura. La petición ante las administraciones competentes fue firmada por Juan Antonio Valderrama Calder-Smith, esposo de Rosa -una de las hijas de Eduardo Serna-, médico y militar que ejerció como representante legal de la familia. El escrito indicaba que el permiso era para un "cinematógrafo" que "se denominará Cinema Astoria". Y la autorización del gobernador civil, Francisco Rodríguez Acosta, llegó el 23 de febrero de 1949, en su condición de presidente de la Junta Provincial de Espectáculos.
El proyector con el que comenzó a funcionar el Cinema Astoria procedía del antiguo Teatro Cervantes, un equipo de la marca Philisonor con el que llegó el cine sonoro a la ciudad. Con el tiempo, se renovó todo el material técnico, ya que, desde su apertura, el sábado, 19 de marzo de 1949, dio sus problemas, en especial, en cuanto al sonido, como recogió la crónica de la inauguración publicada en el diario Albacete el lunes, 21 de marzo.
Según el rotativo local, el "flamante cinema de la calle Dionisio Guardiola tiene el grato incentivo de reanudar, aunque otro sea su nombre la vida de la empresa que durante muchos años regentó el Teatro Cervantes, que ahora es ocasión de recordar con el cariño que las cosas del viejo Albacete suelen dejar, al menos, en los que acostumbramos a reconstruir añejas estampas de la ciudad para hallar el contraste de su ayer y hoy, la significación de su rico presente". Reconocimiento para Eduardo Serna Bódalo de la prensa local, y a su familia por levantar otro coliseo cultural como homenaje.
Fiasco cinematográfico para el estreno
Donde no dejó títere con cabeza el periódico fue con la película seleccionada para la inauguración. "Para que luciera la cara bonita de Deanna Durbin, lindísima, eso sí, se han consumido unos miles de metros de celuloide en una trama inconsistente, que pesa como el plomo, con tipos y escenas del peor gusto y la verdad, preferimos no ejercitar hoy, a fondo, se entiende, nuestro cometido crítico". La película elegida fue Feliz y enamorada, con la ya citada Deanna Durbin, Robert Paige y Akim Tamiroff, para la que la butaca costaba seis pesetas.
No obstante, en apenas unos días se retiró esa cinta norteamericana dirigida por Frank Ryan, y se colocó uno de los clásicos del cine español, Botón de ancla, la primera versión, la de 1948, dirigida por Ramón Torrado y protagonizada por Fernando Fernán Gómez, encabezando un reparto coral.
Volviendo a la crónica periodística de la inauguración de cine, se apuntaba que "responde cumplidamente a las líneas y condiciones exigibles, bien decorado, espacioso, confortable, ha merecido favorables impresiones y la satisfactoria acogida del público", añadiendo que "es de esperar la corrección rápida de ciertos detalles técnico", en referencia al sonido, que el periodista achacaba a "irregularidades del servicio eléctrico". Un artículo benevolente para un cine de primera categoría.
Luis Martínez Sánchez, de croupier a empresario cinematográfico
La sala cinematográfica echó a andar, y con el tiempo, pasó a ser regentada por un empresario alicantino, Luis Martínez Sánchez (L.M.S.), nacido en Segovia en 1891 y fallecido en Madrid en 1961. Croupier de profesión, era hijo de un comisario de policía propietario de algunos casinos en la provincia de Alicante, los cuales convierte en cines cuando Primo de Rivera prohíbe el juego, según recuerda Francisco J. Cerdá Bañón en su trabajo Historia del Cine en Alicante durante la Guerra Civil Española (1936-1939).
"Luis Martínez dispone en la década de los veinte de un circuito provincial de salas que explotará en consonancia con el sistema de lotes impuesto por las casas distribuidoras estadounidenses, obteniendo, en la temprana fecha de 1923, la exclusiva de la major hollywoodiense Fox para la provincia de Alicante", a la que incorporó con el tiempo las exclusivas de United Artists, British International Pictures, Metro Goldwin Mayer, Hispano Fox Films, Paramount Films, U.F.A., Warner Bross y Artistas Asociado, mientras que forjó su cadena de salas en Alicante, Murcia y Albacete. Y es que en nuestra ciudad también gestionó un cine de verano, Azul, situado en la por entonces plaza de la División Azul -de ahí su nombre-, hoy, plaza de la Constitución, y además se encargó del Teatro Circo por temporadas.
Posteriormente, esta sala pasó a formar parte de la nómina de los cines de José Pérez García que, finalmente, cerró el domingo, 4 de mayo, de 1980, con la proyección de la película Violación y...?, protagonizada por Andrea Allan y Karl Lanchbury. No fue un cierre a la altura de la categoría de esta sala. Una película de 1974, británica que, desde luego, no ha pasado a la historia del cine.
Despedida y cierre
La despedida de la sala pasó sin pena ni gloria. Y un lacónico Cerrado por vacaciones durante varios días en la cartelera periodística fue el adiós, quizá, prematuro de este cine que, casi sin previo aviso, apagó sus proyectores de forma definitiva para convertirse después en un bingo, negocio que ocupa toda la planta baja del edificio situado en la confluencia entre Dionisio Guardiola y Collado Piña.
Anuncio en prensa dando cuenta del cierre del Astoria por vacaciones. No volvió a abrir como cine.
Francisco Pineda, proyeccionista.
Llamado ahora Astoria, lució durante años el nombre de Albacete Balompié, ya que, de acuerdo con el Reglamento del Juego del Bingo, del Ministerio del Interior de 1979, sólo se podían autorizar para la explotación de salas de bingo a "las sociedades o asociaciones deportivas, culturales o benéficas y las personas o entidades titulares de establecimientos turísticos, siempre que reúnan las características". De hecho, el otro bingo histórico de la capital se denominó Asprona.
El gerente del Bingo Astoria, Joaquín Ruiz Serrano, es hoy en día el guardián de un edificio emblemático que atesora entre sus paredes horas y horas cinematográficas y que conserva, a pesar del paso del tiempo, la huella indeleble de una aventura empresarial, la de los herederos de uno de los prohombres de la ciudad, Eduardo Serna Bódalo, que no lo tuvieron fácil para mantener el sueño de ese tenor y abogado que quiso dotar a su ciudad de un teatro y un cine a la altura de una capital de primera. Ahora, cuando se pasea por el último bingo de Albacete tras la fusión de la otra sala existente hasta hace unas temporadas, apenas nadie puede imaginar que sobre el techo se esconde una parte de un patio de butacas casi, casi como cuando echó el cierre en 1980, y unas escaleras firmes que dan acceso a las diferentes plantas, un ambigú que no oculta la categoría de lo que fue y una cabina desde la que proyeccionistas como Francisco Pineda hicieron posible la magia del cine.
Fotos del actual Bingo Astoria que conserva las huellas de lo que fue, un cine. / JOSÉ MIGUEL ESPARCIA Y RUBÉN SERRALLÉ