Cervantes, la breve historia del teatro y cinematógrafo de la calle Ancha
Imagen del final de los años 50 en la que el Teatro Cervantes ya había sido demolido y el espacio estaba ocupado por una horchatería. Posteriormente se levantó en ese solar Fontecha y Cano -los grandes almacenes de esta casa se situaban enfrente-, que, con el tiempo, fue Galerias Preciados, El Corte Inglés y ahora, Sfera. La foto, que se guarda en el Archivo Municipal, está tomada en Feria.
Impulsado por el tenor y abogado Eduardo Serna y el arquitecto Daniel Rubio, funcionó desde 1919 hasta 1936 en un 'esquinazo' de Tesifonte Gallego con Mayor propiedad del industrial Julio Martínez Parras
La propiedad del edificio, la sociedad Fontecha y Cano, solicitó autorización para su demolición en marzo de 1936, pero hasta 1950 no fue derribado por orden del alcalde Martínez de la Ossa por su estado ruinoso
Su nombre original iba a ser Teatro Ideal, pero finalmente se dedicó al creador del Quijote, y contaba con un establecimiento hostelero que desde 1931 se convirtió en la popular Cervecería Amorós
Eduardo Serna quiso levantar otro teatro y cine Cervantes en la calle del Tinte, junto al Pasaje Lodares, desde el que se podría acceder, en base a un proyecto de Daniel Rubio, pero la Guerra Civil frustró el proyecto
Plano del Teatro Ideal -que finalmente se llamó Cervantes-. obra de Daniel Rubio, y fotografía del edificio una vez construido. / ARCHIVO MUNICIPAL Y 'DEL ALBACETE ANTIGUO'
"Hoy se cierra el Teatro Cervantes". Con este titular se desayunaban los albaceteños el 19 de enero de 1936. Una noticia que, por sabida, no dejó de causar sensación en la ciudad. Poco más de 16 años contemplaban este teatro y cine que, a pesar de su leve paso por la historia de esta ciudad, no supuso que no acumulara hechos noticiables y eventos importantes.
Lo dicho. Todo empezó en 1918. Los documentos que custodia el Archivo Municipal nos arrojan un escrito del "opulento comerciante" -según definición del diario valenciano Las Provincias en 1920- Julio Martínez Parras fechado el 28 de marzo de 1918 en el que solicitaba al Consistorio autorización para la construcción de un teatro en un solar de su propiedad ubicado en el número 40 de la calle Mayor, esquina con Tesifonte Gallego. Martínez Parras era un personaje muy presente en la prensa levantina por la importancia de su empresa, La Ibérica, dedicada a la fabricación de maquinaria y sus accesorios, así como en las notas de sociedad de los periódicos albaceteños.
Planos del Teatro Cervantes. / ARCHIVO MUNICIPAL
Ahí arrancaron una serie de trámites que concluyeron con la apertura de este notable edificio un año después, el 19 de marzo de 1919, cuando se inauguró con la puesta en escena de una obra de Jacinto Benavente, La propia estimación, a cargo de la Compañía de Felisa Herrero y Pedro Codina. Fueron meses de intensa actividad, porque para levantarlo apenas fueron necesarios unos meses.
Una sociedad conformada en 1918 por el tenor y abogado Eduardo Serna Bódalo y el arquitecto Daniel Rubio -autor además del proyecto- dio como resultado este teatro, que inicialmente fue pensado para denominarse Ideal, como se indica en los planos originales.
Todo el proceso administrativo previo a colocar el primer ladrillo está jalonado de numerosa documentación, con informes del Colegio Oficial de Aparejadores, del Ayuntamiento, del Gobierno Civil... con notables nombres entre los técnicos firmantes. Por ejemplo, uno del arquitecto valenciano Buenaventura Ferrando Castell, autor del Pasaje Lodares, en el que, por encargo de la Junta Provincial de Espectáculos, realizaba una serie de consideraciones previas al visto bueno a esta construcción -en especial, en cuestión de aforo-, cuya fachada a la calle Mayor se extendía a lo largo de 18 metros, mientras que a Tesifonte Gallego eran 35 los metros que ocupaba.
Capacidad
En total, de acuerdo con el proyecto, el Cervantes fue diseñado con 120 localidades de palco, 430 butacas, 20 sillones y 127 asientos en el anfiteatro principal, otros 20 asientos en la delantera del paraíso -o gallinero- y 250 de entrada general.
Mampostería, ladrillo y tapial eran los materiales más repetidos en este edificio, con excepción hecha de determinados elementos de madera y cristal, conforme a la memoria que incluía el proyecto de Daniel Rubio que, por cierto, fue quien emitió el informe que sirvió al Consistorio para concederle la oportuna licencia de obras. Y es que se da la circunstancia de que Daniel Rubio -que tiene, entre sus obras más destacadas, el Gran Hotel, la Casa de Hortelano y el templete de la Feria- era, a la sazón, el arquitecto municipal desde 1910.
Por
cierto, que la licencia de obras costó poco más de 523 pesetas que, cinco años después, no había sido liquidada por Martínez Parras, lo que llevó
al alcalde en aquel momento, Miguel Panadero López-Guerrero, a enviarle un
escrito, fechado el 24 de septiembre de 1924, instándole a pagar la deuda
porque "siendo muchas las atenciones que pesan sobre este municipio, es
necesario intensificar la recaudación para hacer frente a aquellos y esto me
obliga a interesar de usted el pago" dentro de un plazo breve, ya que en caso
contrario, el Consistorio actuaría por la vía ejecutiva.
El primer edil no anduvo por las ramas al asegurar que las arcas municipales estaban ciertamente maltrechas, ya que un par de meses después la corporación que presidía inició los trámites para solicitar un empréstito por importe de un millón de pesetas para llevar a cabo numerosas obras en la ciudad.
No es menos llamativo que en la citada memoria del proyecto, fechada en febrero de 1918, el arquitecto cargara en las "consideraciones generales" contra las condiciones del Teatro Circo y, en menor medida, contra el Salón Liceo. "Es cada día más sentida la necesidad de construir en esta población un edificio destinado a la representación de espectáculos públicos", señalaba Rubio, añadiendo que "el Teatro Circo, por su falta de condiciones acústicas, por lo destartalado y antiestético, por lo desabrigado que resulta debido a las desproporcionadas dimensiones de la sala y a la falta de aislamiento de su cubierta, no reúne las condiciones de atracción, comodidad y confort peculiares de un edificio en que deben estar representadas la arquitectura, la pintura en su parte escenográfica, la audición musical, la escultura en sus decorados y relieves y la danza en todas sus manifestaciones".
Diversas imágenes del Teatro Cervantes. / Belda (Francisco Rodríguez Martinez, Fotos Antiguas de Albacete 2.0) / IEA / Gonzalo Gil (Fotos Antiguas de Albacete)
Pero no quedaron ahí las observaciones de Rubio, ya que apuntaba: "Debe ser un teatro el templo del arte, la escuela estética de todos y el lugar de supremo deleite de los espíritus refinados y selectos. No cumple ni con mucho sus fines el teatro a que ahora concurrimos -en referencia al Teatro Circo-; nada tenemos que decir por estar en el ánimo de todos del Salón Liceo, peligroso, reducido e incómodo. Se hacía preciso la construcción de un teatro que reuniera condiciones apropiadas, y este es el problema que con la realización del proyecto que nos ocupa pretendemos resolver". Y se quedó tan ancho.
Pues a tenor del estudio Daniel Rubio Sánchez y su época. Albacete 1910-1920, realizado por Elia Gutiérrez Mozo, el proyecto del Teatro Cervantes no fue excesivamente mimado por su autor. "Sorprende por lo descuidado, como si al arquitecto le hubieran ganado la partida su condición de promotor y las prisas".
Sea como fuere, el nuevo teatro comenzó a determinar, junto con el Teatro Circo -que fue remozado poco después de la apertura del Cervantes para plantar cara a la atroz competencia que se había instaurado en plena calle Ancha- la actividad cultural de esta capital de provincias.
Como cinematógrafo, en los albores de los años 20 ya ofrecía sesiones de cinematógrafo -se apuntó el tanto de estrenar el cine sonoro en la ciudad el 11 de marzo de 1930 (https://www.cuentosdecine.es/l/cuando-el-cine-comenzo-a-hablar-en-albacete/) pero también resulta curioso que Eduardo Serna, único que aparecía como empresario del Cervantes en 1931, uniera sus fuerzas con el responsable del otro coliseo cultural de la ciudad, el Teatro Circo, Bienvenido Herreros, para, sobre el papel, mejorar la oferta cinematográfica y reducir los precios de las localidades, lo cual, según la prensa crítica -Diario Norte, por ejemplo-, no fue así: peores cintas y entradas más caras.
Planos del kiosco a la calle solicitado por la Cervecería Amoros. / ARCHIVO MUNICIPAL
El edificio ofrecía servicio de hostelería en el Bar Cervantes, que con el tiempo pasó a ser regentado por Vicente Amorós Torno, que inauguró su remozado establecimiento en noviembre de 1931 bajo el nombre de Cervecería Amorós, montada "con verdadero lujo" en el local adquirido en la calle Mayor, esquina a Tesifonte Gallego, según señaló el diario Defensor de Albacete, a lo que apuntaba el Diario de Albacete que el establecimiento ofrecía "todos los adelantos modernos". Un año después, el hostelero solicitó autorización para la instalación de un mostrador a la calle para vender refrescos en una de las ventanas que daban a la calle Mayor.
El
cine y el teatro fueron ocupando la programación de esta sala hasta que, a
mitad de los años 30, su futuro comenzó a cuestionarse. Desde 1935 las noticias
ya barruntaban el final de este coliseo cultural en un momento
convulso de la política española, y con la Guerra Civil en puertas. De hecho,
uno de los mítines más sonados de José Calvo Sotelo como
líder del Bloque Nacional -coalición de la derecha monárquica de la Segunda República
Española creada en 1934 por este político gallego, asesinado el 13 de julio de
1936- se celebró en el Teatro Circo y en un Teatro Cervantes agonizante.
Honorio Maura.
Anuncio del mitin.
José Calvo Sotelo.
Fue el domingo, 22 de diciembre de 1935. Según el anuncio publicado en el Defensor de Albacete, ese mitin, compartido por Calvo Sotelo y Honorio Maura -otro político de la derecha monárquica, que fue asesinado en septiembre de 1936- se ofrecería primero en el Teatro Circo, y radiado paralelamente en el Teatro Cervantes, para, a continuación, trasladarse al coliseo de la calle Ancha para repetir los mismos discursos. El acto agotó las entradas ese domingo previo a las navidades. Y de ahí, de comida al Gran Hotel, al precio de 15 pesetas para los interesados en compartir mesa y mantel con los políticos en cuestión. Las elecciones generales del 36 estaban cerca y había que activar a los votantes.
Los últimos espectáculos y películas
En esos últimos compases de existencia del Cervantes destaca la puesta en escena de Los intereses creados, de Jacinto Benavente, por cuenta del Cuadro Artístico del Ateneo Albacentense con el propósito de recaudar fondos para los niños desfavorecidos. Fue el programa con el que se completó la Fiesta de Reyes en esta sala, gala celebrada el viernes 3 de enero de 1936.
El viernes, 10 de enero, el Diario de Albacete, en su sección Albacete al día, y con motivo de la puesta en escena de Pluma en el viento por parte de la compañía de María Guerrero y Fernando Díaz de Mendoza, se daba cuenta de que el cierre del Cervantes estaba próximo, y "así terminará sus días, en un suspiro levantado por el escombro sin más duelo que el recuerdo, si se le quiere tener, para que al construir otro teatro herede ese nombre de Cervantes".
Ya, el martes, 14 de enero, el Defensor de Albacete, en su sección Teatralerías, anunciaba que el Cervantes contaba con nuevo gerente, el "aplaudido actor albacetense" Octavio Castellanos. Curioso cuando la clausura del edificio estaba al caer. Y a reglón seguido se daba cuenta del cierre, previsto para el 19 de enero, avanzando ya que habría un nuevo Cervantes. "El teatro que reemplazará al viejo Cervantes que llevará también el mismo glorioso nombre, se instalará en la calle de Nicolás Salmerón, antes Tinte, al lado del Pasaje Lodares".
Y es más, el periódico aseguraba que habían comenzado los primeros trabajos para que el nuevo teatro y cine pudiera abrir en septiembre, en la Feria de 1936, unos planes alterados por la Guerra Civil.
Avanzamos en esta semana de fatal recuerdo para el Cervantes y llegamos al miércoles, 15 de enero de 1936, cuando en el Defensor de Albacete, en su sección Ris Ras, se contaba que estábamos "ante otro edificio" que iba a ser "pronto" derruido "por la piqueta demoledora del progreso". "Como el Teatro Apolo de Madrid, la catedral del género chico, cayó para que se edificase un banco, nuestro Cervantes se derrumbará para contribuir al progreso de un respetable espléndido negocio comercial. Si lamentamos, como católicos, la desaparición de un templo, como amantes del arte sentimos la de un teatro, en el que hemos asistido la realización de brillantes temporadas", decía el artículo periodístico, aclarando que "parece, y también la prensa recoge la noticia, que si un Teatro Cervantes muere, otro Teatro Cervantes nacerá pronto, para continuar sirviendo los fueros del arte los gustos del público. No necesitamos encarecer cuanto lo celebramos. No todo ha de ser demoler. Es más grato más conveniente edificar", se apuntaba.
Despedida, cierre y demolición
El último día de proyecciones del Cervantes arrancó a las 15 horas, con un pase infantil para que la chavalería también tuviera la oportunidad de despedirse de este cinematógrafo. Se escogió Noche tras noche, curiosa elección si se pensaba en menores de edad. La producción de la Paramount -con George Raft, Constance Cummings, Wynne Gibson, Mae West, Alison Skipworth y Roscoe Karns, entre otros muchos- contaba las aventuras y desventuras de un exboxeador en tiempos de la Ley Seca estadounidense.
Última cartelera del Teatro Cervantes, película proyectada el 19 de enero de 1936.
Después, sesión triple para el público en general, con pases a las 17.45 y 21.45. La primera de las películas escogidas, Noches en venta, de Paramount Pictures, con Herbert Marshall, Sari Maritza, Charlie Ruggles, Mary Boland, George Barbier y Bert Roach, seguida de Compañeros de viaje, producción de la Fox con Edmund Lowe, Claire Trevor, Tom Brown, Eugene Pallette, Adrienne Ames, Herbert Mundin, Ford Sterling, Jed Prouty, Billy Bevan y David Torrence, y para terminar, Te quiero con locura, otra película de la Fox que se anunció con todo lujo de detalles y desarrollo tipográfico en la prensa local -por cierto, con el título de Te amo con locura-, el "gran film español" protagonizado por Rosita Moreno y Raoul Roluien.
Ese 19 de enero, el Diario de Albacete publicaba en primera página la noticia sobre el cierre de esta sala y tras lamentar que la piqueta iba a convertirlo en escombro, daba todo lujo de detalles sobre el nuevo Teatro y Cine Cervantes. "El progreso de Albacete requiere demoler este teatro, donde habrá de levantar un gran edificio", explicaba la noticia periodística, añadiendo que "como nuestra ciudad no está sobrada de coliseos, el culto empresario del Cervantes, gran albacetense -en referencia a Eduardo Serna- se ha propuesto construir uno nuevo. que lleve el mismo glorioso nombre del que dentro de unos días va a caer bajo la piqueta demoledora".
Plano del Teatro-Cine Cervantes, obra de Daniel Rubio. / ARCHIVO MUNICIPAL
El proyecto fallido
El nuevo Teatro-Cine Cervantes, según el proyecto firmado también por Daniel Rubio en febrero de 1936, se iba a levantar en la calle del Tinte, junto al Pasaje de Lodares, estando prevista además un acceso al recinto desde la preciosa e histórica calle albaceteña. Con planta baja y entresuelo, contemplaba un millar de localidades.
Los planos, que se conservan en el Archivo Municipal, están datados en Málaga, donde residía desde hacía 15 años el arquitecto de Argamasilla de Alba. Elia Gutiérrez Mozo, autora de la obra ya citada Daniel Rubio Sánchez y su época. Albacete 1910-1920, destaca que resulta "curiosa" la comparación de este proyecto con el Teatro-Cine Torcal de Antequera. obra de Antonio Sánchez Esteve de 1933-34, y en cuya dirección colaboró Daniel Rubio. "Se evidencia una apurada modestia que, dado el furor decorativo de su autor, favorece su contención y aporta a sus detalles un gusto algo más discreto", apunta el estudio de Gutiérrez Mozo. Pero el proyecto, que conste, no se llevó a cabo.
Apenas unas semanas después del cierre del Cervantes de la calle Ancha, la sociedad Fontecha, propietaria entonces del solar, solicitó a finales de febrero autorización al Consistorio para la demolición de ese coliseo abierto en 1919. Sin embargo, tendrían que pasar 15 años para que, ante el avanzado estado de ruina del inmueble, ordenara el Ayuntamiento su demolición. El acuerdo se adoptó en una reunión de la Comisión Municipal Permanente presidida por el alcalde Luis Martínez de la Ossa.
Solar del Cervantes antes de Fontecha y Cano, con el tiempo, Galerías Preciados, El Corte Inglés y ahora Sfera. / GONZALO GIL (FOTOS ANTIGUAS DE ALBACETE)
Aspecto del solar del Teatro Cervante, a finales de la década de los años cincuenta, cuando en ese espacio se instaló la Horchateria Rueda y las taquillas del Albacete Balompié. Fue en 1950 cuando el Ayuntamiento ordenó la demolición del viejo teatro, que amenazaba ruina. / GONZALO GIL (FOTOS ANTIGUAS DE ALBACETE)
El alcalde atendió de esta manera las numerosas quejas de vecinos y vecinas que expresaron su preocupación por el estado de la construcción. El Ayuntamiento, tras la visita girada por los servicios municipales de arquitectura, recomendaron su demolición por el avanzado estado de ruina que presentaba, dándole a los propietarios, la sociedad Fontecha y Cano, un mes para llevarla a cabo. La petición municipal fue atendida por los dueños de buen grado. Y poco tiempo después desapareció de las Cuatro Esquinas uno de sus edificios más emblemáticos, que fue sustituido por el centro comercial Fontecha y Cano, inaugurado en diciembre de 1972, levantado según el proyecto de 1968 del arquitecto Carlos Belmonte. Con el tiempo, llegaría Galerías Preciados, El Corte Inglés y ahora, Sfera.
Noticia dando cuenta de la demolición del Teatro Cervantes y anuncio de la apertura del Centro Comercial Fontecha y Cano, que se levantó en el solar del antiguo edificio cultural, en diciembre de 1972.