El vídeo acabó con el Super 8

05.06.2022

Videoclubs. The End. II Parte


Antonio Sáiz Herreros, uno de los pioneros del 'negocio', relata los primeros pasos del alquiler de películas en la ciudad hace más de 40 años


Medio centenar de videoclubs convivieron en Albacete y se enfrentaron al vídeo comunitario y a las copias 'piratas'


Exterior e interior de Cinerama Saisa.

El año 2022 pasará a la particular historia de los videoclubs en Albacete porque con el final del mes de abril cerró el último establecimiento del sector: Cineteca's (https://www.cuentosdecine.es/l/adios-a-14-500-dias-de-cine/). Pero este relato quedaría incompleto si no nos referimos a otros pioneros de este negocio, que puso durante décadas a disposición de los albaceteños y albaceteñas el mejor -y el peor- cine, eso sí, a gusto de la clientela.

Uno de estos precursores fue Antonio Sáiz Herreros, que puso en marcha Saisa Cinerama en 1981, el mismo año en el que nacieron otros establecimientos, como el citado Cineteca's y otros como Fotorama, y así lo recuerda, "hice un viaje a Barcelona y conocí a los propietarios de un videoclub, que me informaron de su funcionamiento y me traje la idea a Albacete".

Consideró que era el momento de poner a disposición del público albacetense el servicio de alquiler de películas de Super 8, "ya que todavía no había aparecido el vídeo". Pero el mercado "se repartió rápidamente y de forma sorprendente, afloró una gran masa de aficionados cinéfilos, cada uno de nosotros ofrecía ventajas y exclusivas en sus negocios, y en mi caso, puse a disposición del público de la ciudad y de la provincia un sistema para ver películas en Cinemascope, que se proyectaban con un adaptador-lente y una marca de proyectores que solo vendía yo, Elmo".

Antonio Sáiz, un profesional de la imagen, fue pionero en el alquiler de películas Super 8.

Recuerda Antonio Sáiz, un profesional de la imagen de toda la vida - corresponsal y gráfico, ya emérito, de TVE, Televisión Albacete, Localia Grupo Prisa, La Cerca Grupo Multimedia de Información Digital y TV- que se vendieron muchos proyectores de Super 8 y pantallas en aquellos años y, de paso, "en numerosos pueblos se crearon salas muy modestas de cine, allí donde no disponían de salas de cine profesionales, entonces, todos los fines de semana mandaba sacas con una o dos, y en casos excepcionales, tres películas de Super 8".

El caso, según relata Antonio Sáiz -su padre fue fotógrafo de prensa y de TVE- es que los representantes de las casas distribuidoras de películas no daban abasto, "nos enviaban todo tipo de catálogos, dibujos animados, bélicas, drama, aventuras... y según qué título, productora, distribuidora y metraje, los cortometrajes y los largometrajes estaban compuestos desde tres bobinas hasta incluso de cinco y seis bobinas de 120 ó 180 metros, y solían valer entre las 5.000 pesetas -los actuales 30 euros- y las 15.000 pesetas -90 euros-, aproximadamente, se movía mucho material".

Fue un negocio que hasta a la administración dejó fuera de juego. "La legislación no estaba muy clara, y ni la propia Hacienda encontraba un epígrafe que nos encasillara para desarrollar tal actividad de alquiler, pues la que existía hacía referencia a las salas cinematográficas profesionales, omitiendo esta nueva actividad tan demandada por la sociedad albaceteña", recuerda.

Según el promotor de Saisa Cinerama, "a partir de 1982 y 1983 aparecieron el videocassette y la videocámara, en sus formatos Beta, VHS y Sistema 2000 de Philips, "con cintas cuyo ancho era de media pulgada y compuesta de un soporte plástico y una pigmentación que contenía partículas electromagnéticas". Entonces, las casas dedicadas al alquiler de películas de Super 8 se transformaron en videoclubs, "y fue cuando apareció mucha más competencia, ya no era tan caro adquirir películas para su alquiler, y lógicamente, casi de inmediato, del engorro de manipular y cambiar repetidamente una bobina por otra, para ver una película, se pasó a una cassette que se introducía en un reproductor y se veía un largometraje de una vez y cómodamente en el televisor", afirma Antonio Saíz, añadiendo, con cierta nostalgia, que "la magia de ver cine con un proyector sobre una pantalla grande o sobre la pared estaba desapareciendo".

Convivencia

Los tres sistemas convivieron con el Super 8 durante un corto periodo, "creo que no más de un año", y enseguida empezó a destacarse el VHS; el Beta no terminó de calar entre los usuarios, solo Sony era su fabricante, al igual que el Sistema 2000, con Philips, a pesar de su reproducción por las dos caras de la cinta, indica Antonio Sáiz, que subraya con rotundidad que "el VHS reventó el mercado, pues diferentes fabricantes optaron por este sistema e inundaron el mercado, y de forma paralela, el Super 8 murió, sólo quedó para coleccionistas y nostálgicos del celuloide".

Es decir, que el vídeo acabó con el Super 8, y el DVD con el vídeo. Una historia inacabada en la que ahora el capítulo lo escriben las plataformas y las multisalas y poco más. Y en el camino, decenas de establecimientos que ofrecieron las novedades que presentaba el séptimo de los artes en formato doméstico, o los clásicos, o esas películas que se escribían con S o con X.

Así las cosas, fueron años de dura competencia. De fines de semana sin descanso. De aperturas y cierres. Videoclubs como Fotorama, Tele-Rubio, Cervantes, Videoflash-Fotoestudio Reales, Vídeo Mayor, China Town, Impacto, Amador Vipe, Videoclub Mitho's,; Roca, Gala'f, Quality, Berlín, Diagonal Center, Videoclub Cebrián, Intescast, 007, El Cine, Blockbuster, Cineteca's... entre otros muchos, fueron quienes defendieron este negocio, enfrentándose a los videos comunitarios y a las copias piratas, e incluso, formaron su propia patronal, la Asociación de Videoclubs de Albacete.

Cada uno de ustedes tendrá su particular videoclub en su memoria, su recuerdo personal, su historia familiar respecto a los videoclubs. Ahora ya son leyenda.

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