¡Mañana sale en Albacete!

22.12.2023

Francisco del Campo Aguilar y Policarpo Tornero fueron dos ilustres albaceteños a los que la diosa fortuna les cambió la vida


Poco queda por inventar de la Lotería de Navidad, que ya se vendía en verano hace casi un siglo, cuando sólo existían dos administraciones en la capital


Entonces, los periódicos informaban de los premios y los agraciados con nombres y apellidos y sus profesiones o empresas


Vendedor de Lotería en los años 40, en una fotografía de Luis Escobar (PromeAI)

Pudiera pensarse que la Lotería es un invento más o menos reciente. Pero no. Las primeras referencias en España aparecen durante el reinado de Carlos III, que importó la idea de Nápoles y creó un sorteo similar a lo que ahora se conoce como Lotería Primitiva. Hablamos de 1763. Posteriormente llegó, en torno a 1812, la Lotería Moderna, y respecto al Sorteo de Navidad, esa definición se incorporó en 1892, en aquel entonces, reservado para el 23 de diciembre. Pero no nos vamos a remontar tanto tiempo atrás. Nos quedamos en el Siglo XX, cuando la popularidad de lo que conocemos como Lotería Nacional ya era indiscutible.

En aquellos tiempos, para informarse de si su décimo había resultado agraciado era preceptivo presentarse en alguna de las dos administraciones que funcionaban hace un siglo, la Número 1 en la calle del Rosario, y la Número 2 en la calle Mayor, para comprobar en las pizarras con las listas que se colocaban a pie de acera. "Esta mañana, enfrente de nuestra redacción -decía El Defensor de Albacete el 22 de diciembre de 1933-, ante las pizarras que pregonaban el resultado del sorteo de la Lotería, una multitud de curiosos llegaba apresuradamente y feliz con la carga de sus ilusiones que, ¡ay!, se disipaba al conocer las cifras tras las que los nombres de unas poblaciones lejanas no dejaban ni aun el consuelo de que fuesen albacetenses los afortunados mortales participantes en el Gordo". ¿Cuántas veces no habrá publicado la prensa de esta ciudad esa misma crónica?

Y es que en lo que afecta a la Lotería de Navidad está todo dicho e inventado desde hace décadas. Así, el Gordo no es una cuestión de anteayer, sino de más de un siglo. De hecho, en 1917 ya tocó en la ciudad. Fue en el 22.011, vendido a base de participaciones de peseta por un lotero llamado El Peseta. O la venta de décimos de forma adelantada en verano. Viajamos a julio de 1922. El Defensor de Albacete anuncia en portada: "Hay billetes del Sorteo de Navidad a 2.000 pesetas y vigésimos a 100, siendo los premios mayores de 15 millones, 10 millones, 500.000, 200.000 y 100.000 pesetas".

Premiados con nombres y apellidos

La Lotería desataba ya entonces un interés inusitado, y no solo por forrarse en un golpe de suerte, sino también por conocer quién o quiénes eran las personas afortunadas. Curiosidad o simple cotilleo. Pues bien, hace un siglo, si a alguien de esta ciudad le sonreía la diosa fortuna, el resto del vecindario se enteraba. La prensa daba detallada cuenta del vendedor, y hasta aquí bien, pero también de los agraciados, con nombres y apellidos. Un ejemplo, abril de 1922. La portada de El Defensor de Albacete informa de un premio de la Lotería Nacional, con 70.000 pesetas para el 24.118, por cierto, un segundo muy repartido y vendido "por el ciego Cristóbal" en gran parte. Y entre los agraciados, Pedro José Cantó, Francisco Montalvos, Alfonso Armenteros y Francisco Olaya. Y también se habla "de otros señores premiados, pero no hemos podido comprobar la noticia", decía el reportero de turno.

Y otro ejemplo llegó en abril de 1927. El Defensor de Albacete señala que la "loca fortuna" se ha fijado en la ciudad, regando de dinero a unos cuantos albacetenses a cuenta del primer premio. El telegrama dio la buena nueva a este periódico. El premio había llegado con el "simpático número" 18.541. De los 20 décimos de las dos series premiadas se vendieron 12 por un ambulante llamado Antonio, el antiguo camarero del Hotel España; otros tres décimos fueron vendidos por la "ciega Isabel", y el resto se comercializaron por ventanilla. Y el responsable de la administración vendedora, la Número 2, era el encargado de informar a la prensa de las personas agraciadas. A saber, uno de ellos, Emilio Molina, dependiente de la Ferretería Legorburo de la calle Ancha, abonado además a esa cifra, consiguiendo 15.000 pesetas. La misma suerte fue cómplice del estanquero del Altozano, Ambrosio Marcos, o del propietario del Gran Hotel, José García Herráiz, o del zapatero del Altozano, "señor Iglesias". Y apuntaba la noticia: "La circunstancia de cerrar estos días más temprano nuestra edición nos impide dar otros detalles" de este sorteo de los 70.000 duros. Desde luego, no existía ni era esperada la ley de protección de datos.

Retrato de vendedores de Lotería del gran fotógrafo Luis Escobar.

Aunque hay dos casos de albacetenses agraciados con la Lotería cuya historia pasó de generación en generación. El primero, la de Francisco del Campo Aguilar, hombre de la cultura, periodista y escritor al que la Lotería permitió cumplir un sueño: la puesta en marcha de una librería en plena calle Ancha a la altura de las grandes ciudades europeas.

Le puso por nombre Cervantes, como no podía ser de otra forma, y la abrió al público el viernes, 7 de junio de 1935. El Defensor de Albacete relató la inauguración de este establecimiento situado en el número 7 de Tesifonte Gallego. Libros de historia, de ciencia, de arte, novelas. Y el fin de fiesta, en el bar El Nido, deseándole el periódico "muchas prosperidades" a Del Campo Aguilar.

Francisco del Campo Aguilar y su librería, Cervantes, en una imagen de 1935.

Pero la ventura que supuso ese premio no fue acorde con el resultado del negocio. A pesar de que funcionó durante años, finalmente el establecimiento echó el cierre. Según apareció en La Voz de Albacete, a don Paco le tocaron 80.000 duros, unos 2.400 euros en esos años veinte de la pasada centuria, una fortuna para la época. Y con ese capital, el periodista se metió en el negocio de los libros caros y buenos, pero sin pensar que los índices de lectura en aquel entonces eran ínfimos.

A sus amigos confesaba que, salvo la literatura baladí e infantil y algún libro de texto, el resto de publicaciones apenas se vendían, "pero estoy altamente satisfecho de las horas que me proporcionaron" todos esos libros. En fin.

El origen del barrio de La Pajarita

Quien sí supo aprovechar el camino que le abrió el azar fue el industrial Policarpo Tornero, a quien la suerte le vino a visitar desde Madrid. Un popular vendedor de la época, Leandro Romero, le 'colocó' el 56.277 en el Sorteo del Niño de 1951 procedente de la madrileña y popular administración de Doña Manolita.

Policarpo Tornero, metido en el negocio de la madera con la empresa Industrias de la Madera, aunque con otras actividades económicas -incluida la agricultura-, se movía bien en esa España que trataba de tomar aliento tras la dura posguerra. El caso es que, a pocas horas del sorteo y ante la insistencia de Leandro, que todavía con 90 años a cuestas seguía recorriendo las calles de la ciudad en busca de clientela, Policarpo Tornero, que falleció en 1989 a los 83 años de edad, se hizo con una serie entera, que se quedó salvo cuatro participaciones de cinco duros a otros tantos amigos. En total, 24 millones de pesetas, unos 144.000 euros.

Policarpo Tornero y el barrio de La Pajarita.

Tras depositar en el Banco de Bilbao los décimos que le iban a hacer millonario, quien fuera también fue presidente del Albacete Balompié, lo celebró en el bar El Nido. Por supuesto, comenzaron a lloverle las propuestas para invertir tan ingente cantidad de dinero… Pero se dejó guiar más por su espíritu empresarial y lejos de "tumbarse a la bartola -como él mismo confesó-, proseguí con los mismos negocios que eran habituales y logré que prosperasen". Y tanto, hasta tal punto que decidió meterse a constructor, preocupado, según dijo, por la "tremenda crisis de viviendas, cuevas, barrios infectos y escasos hogares cómodos". ¿Y cuál fue su gran proyecto? El barrio de La Pajarita, levantado sobre el solar de la antigua fábrica de chocolates y tes, en Alcalde Conangla, "y es justo consignar que aquellos millones se han convertido -se indicó desde La Voz de Albacete- en centenares de viviendas confortables y cómodas que han dado muchos jornales y bienestar".

Esas torres, con 20 plantas y 68 metros de altura, conforman la segunda construcción más alta de Castilla-La Mancha, sólo superado por el depósito de la Fiesta del Árbol, el Centro de Interpretación del Agua (CIAb).

Visto lo visto, ¿no es la Lotería un libro de historias en el que todos y todas tenemos nuestro propio capítulo? Y los inconformistas, que se queden con la frase de la poetisa y diplomática chilena Gabriela Mistral, "la experiencia es un billete de Lotería comprado después del sorteo". Como la vida misma.

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