Récords, diversión y tragedia en el cielo: La historia de los globos y dirigibles en Albacete
De las acrobacias del Capitán Milà en la Plaza de Toros a los espectáculos feriales, pasando por la muerte del comandante Molas en la sierra albacetense, batiendo el récord de altura, y los pasos del mítico Graf Zeppelin por la ciudad tras dar la vuelta al mundo
Imagen de se conserva en el Archivo Municipal de un aerostato que se prepara para la ascensión.
A comienzos del siglo XX, la conquista del cielo desató una fiebre mundial. Si en épocas pretéritas el mar era el desafío, en la pasada centuria, las nubes fueron el reto. Superar los récords de altura, cubrir grandes distancias, dar la vuelta al mundo por el aire... Y en esa carrera iniciada por el hombre para volar, los globos aerostáticos jugaron un papel fundamental.
Un paso de gigante en la conquista del cielo lo dieron los hermanos Montgolfier cuando, en 1783, lanzaron con éxito el primer globo de aire caliente en Francia. Estos primeros aerostatos funcionaban calentando aire dentro de un envoltorio, permitiendo que el aparato se elevara al reducir su densidad con respecto al aire del exterior. Poco después, el físico Jacques Charles introdujo el uso de gas hidrógeno, que ofrecía una mayor capacidad de elevación y no necesitaba una fuente constante de calor, marcando un punto y seguido en el desarrollo de los globos. Con el paso del tiempo, la tecnología de los aerostatos se perfeccionó, dando lugar a nuevas aplicaciones, como la creación de dirigibles, que añadieron sistemas de propulsión y dirección.
El Capitán Milà y sus acrobacias aéreas en la Plaza de Toros
Durante los siglos XIX y XX, estos aparatos evolucionaron en tamaño y sofisticación, encontrando usos en la exploración, la ciencia y la defensa. Pero también sirvieron como espectáculo para el divertimento del público, y sus protagonistas, más que aeronautas, eran artistas circenses. De este selecto grupo formaba parte el popular y requerido Capitán Milà, quien, en un principio, era solo un artista del mayor espectáculo del mundo que actuaba en carpas ambulantes como trapecista y anillista, pero que terminó como aeronauta a bordo de un curioso globo. Así lo contaba Alberto Mateos Arcángel, caricaturista, archivero e historiador albaceteño, en la revista Feria de 1969.
Lo cierto es que el valenciano Capitán Milà ni era capitán ni se apellidaba Milà. En realidad, se llamaba Antonio Martínez Latur, pero adoptó ese nombre del propietario de un circo de origen catalán, Joan Milà, "que le dispensaba paternal protección y le cedió su apellido", según Mateos Arcángel, quien apuntaba acertadamente que "en verdad, no podía sospechar el cesionario que hubiese de rayar a tal altura". Pues bien, el Capitán Milà actuó en las principales poblaciones españolas y, por supuesto, en la nuestra. Fue en el último tercio del siglo XIX.
En Albacete, sus exhibiciones las llevó a cabo en la antigua Plaza de Toros, a las que precedía un espectáculo circense. "En el centro del ruedo se formaba un hornillo de mampostería en seco, rematado por un tubo metálico acodado. Y quemando en él haces de paja y sarmientos húmedos, se conseguía el humo necesario para llenar el globo que, una vez hinchado, presentaba la forma de pera invertida", narraba Mateos Arcángel. El aerostato, antes de elevarse, era retenido por una gruesa cuerda de esparto que pasaba por una anilla situada en su parte superior, además de varios cordeles sujetados por un grupo de hombres.
Entonces aparecía el Capitán Milà, vestido de marinero, dando la vuelta al redondel entre los vítores del respetable. En ese momento, quien hacía el papel de padre del falso oficial despedía efusivamente al acróbata, quien, a continuación, ocupaba su puesto en su globo; unas veces era una barquilla, otras, un trapecio, y hasta unas anillas. Incluso se dio el caso en que el globo llevaba como pasajero a un burro, y a sus lomos, el Capitán Milà.
Comenzaba así la aventura, con un trayecto a merced del viento, que también determinaba el lugar de su aterrizaje. En una ocasión lo hizo en un vertedero inmundo situado en la calle Teodoro Camino, a las espaldas del actual Instituto Bachiller Sabuco, y en otra, en el desaparecido molino del barrio del Sepulcro. Nada más salir del coso taurino, y entre los aplausos del público, tanto de dentro como de fuera, un coche seguía su pista para recogerlo y devolverlo a la Plaza de Toros. Había transcurrido poco más de un cuarto de hora.
Aparataje para el lanzamiento del globo acrobático de Milà.
Sin embargo, según relató el maestro, escritor y periodista José Conde García en su libro Travesuras y andanzas (Memorias de un niño contadas por un viejo) de 1957, en una ocasión las cosas no salieron como se esperaba. No. Fue en junio de 1889 cuando el Capitán Milà pretendió innovar y, en vez de ascender en solitario, lo quiso hacer en compañía de un artista del espectáculo circense, simulando una comida en el aire. Para ello, acoplaron al aerostato un tablero rectangular, al que atornillaron una mesa y unas sillas. Una vez a bordo, se inició el despegue, pero con la mala suerte de que uno de los hombres que sujetaban el globo se quedó enganchado al cordel, inclinándolo y llevándolo de aquí para allá ante el estupor de los asistentes. Así ocurrió durante más de media hora; finalmente, el artilugio volador pudo tomar tierra en el albero. El accidentado, con su brazo estrangulado por los cordeles, fue hospitalizado durante varios días.
Pero la mala suerte vigilaba de cerca al Capitán Milà en ese 1889. El 16 de junio de ese año, en uno de sus espectáculos acrobáticos, perdió la vida a bordo de su globo, llamado, curiosamente, Milagro. Ocurrió en la Plaza de Toros de Vitoria-Gasteiz. Apenas tenía 30 años.
Un aerostato accidentado en un tejado albaceteño y programas feriales publicitando "preciosos globos esféricos". / DEL ALBACETE ANTIGUO Y ARCHIVO MUNICIPAL
Estos accidentes no supusieron, ni mucho menos, el fin de los aerostatos como espectáculo, y seguían apareciendo como una de las atracciones de mayor tirón en la Feria de Septiembre, en los programas oficiales de varios años. "Preciosos globos esféricos" o "bonitos aerostatos" eran publicitados junto a otros divertimentos, como "vistosos fuegos artificiales", "circos ecuestres", "galerías de figuras de cera", "cinematógrafos", "fonógrafos", "teatros panorámicos", "el clásico tío vivo", "ruedas de bicicletas" o "colección de animales amaestrados".
Alberto Mateos recoge en su libro Del Albacete antiguo (Imágenes y recuerdos) de 1983, el accidente sufrido por uno de estos aerostatos como espectáculo. Fue en los primeros años del pasado siglo cuando un avispado emprendedor organizó un espectáculo con un globo, partiendo del corralón que el Ayuntamiento tenía en la calle San Agustín, junto a la por entonces Delegación de Hacienda. "Al intentarse hinchar el esperpéntico aerostato, se le rompieron algunos de los muchos porches que tenía, frustrándose la ascensión", explica Mateos Arcángel, afirmando que el caso tuvo verdadero carácter de fraude, puesto que "costaba el acceso al corral una peseta".
El comandante Molas y su record mortal de altura en Nerpio
El comandante Molas se prepara para iniciar el vuelo en su aerostato. / DIARIO AHORA
Y mientras algunos insistían en que estos artilugios solo fueran una actividad recreativa, otros optaron por desarrollar su potencial para la vigilancia, el transporte, la guerra y la investigación atmosférica. Una de esas personas en España fue el comandante Benito Molas García, reconocido militar y pionero en la aeronáutica española, especialmente en el campo de la aerostación. En su carrera, participó en importantes misiones y competiciones internacionales, y fue notable su presencia en el desembarco de Alhucemas en 1925, donde, desde un globo cautivo, ayudó a coordinar el fuego de artillería y las maniobras de las tropas.
No obstante, el comandante Molas pasó a la historia de la aeronáutica nacional por su intento de batir el récord mundial de altura en globo. Así, con un aerostato llamado Hispania, trató de superar los 11.000 metros de altitud, pero falleció por asfixia durante la expedición. Fue el 15 de septiembre de 1928, en su tercera tentativa para alcanzar ese hito, tras fracasar los días 10 y 11. Ese día, el clima era favorable, y fue el propio militar, perteneciente al Real Aero Club Español, quien se encargó de comprobar minuciosamente todos los detalles de la misión, desde el inflado del globo hasta la inspección de todo el equipo necesario para volar con seguridad a tanta altura, despegando desde Guadalajara.
Benito Molas, con su uniforme militar, un grabado reproduciendo el intento de un vecino de Nerpio tratando de hacer bajar al 'Hispania' y con el mono especial para poder subir a miles de metros. / DIARIO AHORA
El globo tenía una capacidad de 2.200 metros cúbicos y, según se publicó en diciembre de 1930 en el diario Ahora, era el mayor existente en España. Cuando todo estuvo listo, pasadas las ocho de la mañana, el comandante se colocó un mono especial, adecuado para soportar temperaturas de hasta varios grados bajo cero, y además de guantes y gafas, se puso un pasamontañas conectado con el depósito de oxígeno necesario para respirar cuando la altitud fuera extrema.
Una vez ataviado correctamente, comenzó el ascenso. Al alcanzar los 4.000 metros, experimentó el primer problema serio con la mascarilla de respiración, que pudo resolver. A los 5.000 metros, ya cruzaba Alcalá de Henares. Y a los 8.000 metros, otro contratiempo lo obligó a descender durante 20 minutos.
Entonces Molas decidió remontar nuevamente, y así lo hizo, arrojando lastre. Ascendió sin detenerse durante 40 minutos, pero todo apunta a que en ese trayecto vertical comenzó a padecer el mal de altura. Al perder el conocimiento, el globo siguió ascendiendo, el militar sufrió un derrame pulmonar y murió. Había superado ya los 10.500 metros y la temperatura era de 59 grados bajo cero. El globo continuó elevándose, alcanzando los 11.200 metros antes de comenzar a descender. Eran las dos y media de la tarde, y un vecino de la pedanía de Cañada del Provencio, en Molinicos, José Teatino Fernández, vio el aerostato perdiendo altura.
Ya, a última hora de la tarde, el Hispania, a escasa altura, sobrevoló Nerpio. Iba tan bajo que un carbonero trató de sujetar una de las cuerdas que colgaban de la barquilla para obligar al aerostato a tomar tierra mientras alertaba a Molas. Sin embargo, terminó por renunciar al rescate al entender que el piloto del globo no quería su auxilio, sin saber que ya estaba muerto.
Al anochecer, el aerostato aterrizó en la pedanía de Yetas, en Nerpio, donde fue hallado por unos campesinos que trasladaron el cadáver al pueblo. Para entonces, Molas todavía llevaba puesta la máscara. En la prensa albaceteña, la noticia apareció publicada el 18 de septiembre en El Diario de Albacete y días después, el 27 de septiembre, en Defensor de Albacete. Los periódicos contaban que el aparato había quedado destrozado, y que fue el gobernador civil de la provincia, Vicente Recuero Clemente, quien informó al Ministerio de la Guerra. Este último organizó una operación de rescate, con la ayuda de profesionales de la Base Aérea de Cartagena.
A pesar de su fallecimiento, el comandante Molas dejó un importante legado en la historia de la aviación, siendo reconocido con varias distinciones, como la Cruz del Mérito Militar y la de San Hermenegildo. Se construyó un globo en su honor.
La locura en Albacete por los zepelines
Con el tiempo, de los aerostatos se pasó a los grandes dirigibles, a enormes zepelines, y uno de los más famosos fue el alemán Graf Zeppelin (LZ 127), en España, Conde Zeppelin, que tuvo una segunda parte, el Graf Zeppelin LZ 130, pero de menor repercusión y popularidad. El nombre rendía homenaje a Ferdinand Adolf August Heinrich Graf von Zeppelin, más conocido como Ferdinand von Zeppelin, noble e inventor alemán que fundó la compañía Luftschiffbau Zeppelin. El dirigible realizó en torno a 600 viajes sobrevolando 150 veces el Atlántico y se estableciendo una línea regular en 1936 de carga y correo postal con Sudamérica, hasta que, en los primeros compases de 1940, fue desguazado y convertido en piezas de avión de combate.
Las noticias en torno a las misiones de esta aeronave, la mayor de su tiempo -con una longitud total de 236,6 metros y un volumen de 105 000 metros cúbicos-, eran continuas no sólo en la prensa mundial, sino en la prensa local, y hasta en los diarios oficiales, como el Boletín de la Provincia, que publicó el 26 de abril de 1929 una circular del gobernador civil, José Pérez y García-Argüelles, advirtiendo que el dirigible Conde Zeppelin, tras salir de Alemania, arrojaría sacas de correspondencia con la inscripción: Inclus courrier postal. "La personne qui trouvera ce sac est priée de le remettre au bureau de poste le plus proche", es decir, "incluye correo postal. Se ruega a la persona que encuentre este bolso que lo entregue en la oficina de correos más cercana".
El gobernador civil instaba, además, a las autoridades provinciales a "entregar dichas sacas si fueran halladas, en la Oficina de Correos más cercana". Aquello se convirtió en comentario general de la calle, y más de uno se preguntó si ese enorme dirigible pasaría por el cielo albaceteño e, incluso, si una de esos sacos amenazantes caería sobre su cabeza.
La vuelta al mundo y el sastre albacetense
Pero este enorme aparato pasó a la historia por completar un viaje alrededor del mundo, que concluyó el 29 de agosto de 1929, aterrizando en Lakehurst, Nueva Jersey, tras 20 días de vuelo. Fue financiado por el magnate de los medios de comunicación William Randolph Hearst, eso sí, a cambio de los derechos exclusivos para cubrir el evento en los periódicos de su cadena. El recorrido oficial comenzó en Estados Unidos, aunque el dirigible partió realmente desde Alemania; sobrevoló Europa, Siberia y Japón antes de regresar a Norteamérica.
El objetivo del viaje era demostrar la capacidad del dirigible para volar en todas las zonas climáticas. El Graf Zeppelin LZ127 fue un símbolo de la aeronáutica, de la que nuestra ciudad no fue ajena, ni mucho menos. Y en la prensa local se daba cuenta de cada paso de la misión, en la que se embarcaron 40 tripulantes, y al mando, el capitán Hugo Eckener, quien contaba con numerosas horas de vuelo, y estaba acompañado por un equipo de mecánicos, ingenieros y operadores de radio, además de personal dedicado al servicio de los 20 viajeros a bordo.
Noticia publicada en la revista ferial de 1929 y retrato de Hugo Eckrener, que se puso al frente del Graf Zeppelin en su vuelta al mundo.
Entre los pasajeros, exploradores, científicos y periodistas, incluidos dos representantes de España; por un lado, el doctor Jerónimo Megías, a quien le costó el viaje 10.000 duros y que narró la experiencia en el semanario Estampa, y Joaquín D. Rickard, un norteamericano asentado en nuestro país con ciertas funciones diplomáticas, y que hizo de enviado especial para el diario ABC.
La expedición recorrió más de 36,000 kilómetros, y tanto pasajeros como tripulantes viajaban a bordo de una aeronave que fue equiparada con un hotel de lujo, aunque con algunas diferencias, puesto que carecía de calefacción, lo que obligaba a los ocupantes a ir abrigados de día y de noche. Estaba equipada con una cocina eléctrica y un elegante salón-comedor. Disponía de 10 habitaciones, donde los sofás se convertían en literas dobles cada noche. Al final del pasillo, un baño para hombres y otro para mujeres. Y entre los tripulantes, Otto Manz, chef de primera división.
El éxito del viaje desató una locura colectiva por todo lo relacionado con este dirigible. Por ejemplo, en Albacete funcionaba una harinera llamada El Zepelín, y las máquinas de escribir Erika, "a 6 pesetas semanales", eran anunciadas en los periódicos por su representante en Albacete, Juan J. Díaz, domiciliado en el barrio de San Antón, como proveedoras del dirigible Conde Zeppelin. Y no queda ahí la cosa, porque incluso, a un popular sastre de la época, Carlos Iniesta, padre de quien fuera conocido como el obispo rojo, Alberto Iniesta, fue relacionado con el popular dirigible.
En 1929, Albacete en Fiestas, la revista de la Feria, se incluía un artículo que en el fondo ocultaba un anuncio, titulado: "El secreto del viaje del Conde Zeppelin", y en el que se explicaba que "en nuestro afán de servir al público dando las noticias más sensacionales, aunque hayamos de sacrificarnos para desentrañar el misterio, hemos logrado el secreto del viaje realizado dando la vuelta al mundo por el doctor Eckrener en el dirigible Conde Zeppelin", apuntando que aparte de mostrar la seguridad de hacer grandes travesías "cruzando la inmensidad de los mares", lo que viene a resolver el problema de los transportes rápidos de mercancías y correspondencia, "el móvil del doctor Eckrener era el de enterar a los habitantes de todo elmundo que Carlos Iniesta es star de la elegencia, pues un traje cortado y confeccionado en su casa de la calle de Condes de Villaleal, número 2, tiene un sello especial de distinción que ningún sastre puede imitar".
Y esa pseudonoticia generó en el imaginario de los albacetenses que Carlos Iniesta, especialista en cortar y confeccionar uniformes para guardias, músicos y conductores, era el sastre de quien comandó el Conde Zeppelin en su vuelta al mundo.
Los tres viajes albaceteños del Graf Zeppelin
En ese periplo alrededor del planeta, Albacete quedó al margen, sí, pero con el tiempo, y en diversas misiones, el cielo de la capital manchega fue escenario del enorme pepino volador. El 3 de octubre de 1932, Defensor de Albacete publicaba la noticia El Graf Zeppelin pasa por la capital, detallando que en torno a la una de la tarde había cruzado el cielo albaceteño este dirigible. "El paso de la honrosa aeronave por Albacete produjo la natural sorpresa y admiración, siendo contemplado por numeroso público". Lógico.
Además, se reseñaba que la aeronave regresaba de su viaje a Pernambuco, en Brasil, e iba camino del aeródromo militar de Prat de Llobregat, "con motivo de la aprobación del Estatuto y como homenaje a Maciá y de salutación a Barcelona". Es decir, que para festejar que Cataluña ya disponía de estatuto se organización una serie de actos, con la llegada del zepelín incluida.
Posteriormente, el 29 de agosto de 1933, pasada la medianoche, nuevo paso del dirigible germano, Regresaba de su viaje americano, y según El Diario de Albacete, "llevaba los ventanales iluminados y proyectaba un potente reflector vertical", cruzando Albacete en dirección a Barcelona,
Camarote, comedor y cocina del 'Conde Zeppelin'. / UNIVERSITY LIBRARY MARIBOR
Y no hay dos sin tres, ya que el 30 de abril de 1935, en torno a las ocho y media de la mañana, nuevo paso del Graf Zeppelin por Albacete. Lo hizo a "muy escasa altura", según Defensor de Albacete, por lo que alternados por el ruido, fueron numerosos los ciudadanos que salieron a la calle para contemplar al espectacular aparato volador, que ese día llevaba a bordo, además de correspondencia, a ocho pasajeros, todos ellos alemanes. Ese día regresaba desde tierras sudamericanas condestino a Marsella y Alemania.