Incendio en el 'Paradiso'
Albacete ha vivido hasta media docena de incendios en salas cinematográficas, pero ninguno de ellos tan pavoroso como la que se produjo en 1952 en Bonete, con la muerte de dos personas
El humo y las llamas amenazaron al Teatro Cervantes de la calle Ancha, a una distribuidora de películas, a los cines de El Ballestero y la Estación de Chinchilla, al Capitol y a las multisalas de Imaginalia
La labor de los proyeccionistas, jugándose la vida y evitando tragedias mayores, se ha repetido en la provincia en algunos de los incidentes registrados, recordando a Alfredo, el proyeccionista de la mítica 'Cinema Paradiso'
Los cines, esas salas en las que cada vez que se enciende el proyector comienza la magia, mientras la imaginación echa a volar, también han sido escenario de tragedias por mor de unas películas en mal estado, un despiste o una imprudencia, o vaya usted a saber. El cine también es pánico, y no por las películas de terror, que también, sino por los incendios. ¡Fuego en la sala! y comenzaban las carreras despavoridas de quienes acudían a disfrutar de una hora o dos de la fascinación y seducción y terminaban, además de con un gran susto, con alguna que otra quemadura, un pisotón, una dislocación e, incluso, perdían la vida. Media docena de incidentes de cierta gravedad han pasado a la particular historia del cine de la provincia, aunque ninguno alcanzó los tintes de desgracia como el registrado en Bonete en el inicio de 1952.
El celuloide, ese material altamente inflamable del que se nutría el cine para convertir en fotografía en movimiento las historias más variopintas, podría sentarse en el imaginario banquillo de los acusados de un buen número de incendios en salas cinematográficas, en especial, en los primeros años de existencia del invento de los Hermanos Lumière y otros, como el discutido Thomas Edison. En muchos casos, los alfredos de turno, como el mítico proyeccionista de 'Cinema Paradiso' interpretado por Philippe Noiret al que un incendio le arrebató la vista, se convirtieron en héroes anónimos.
El celuloide arde en 'Cinematográfica Valenciana'
Viajemos a los años 20 del siglo pasado, cuando el cine dejó prácticamente de ser artesanía para convertirse en industria, y muchos avezados empresarios se atrevían a meterse en un complicado negocio, como el albaceteño César Dumont Collado, un adelantado a su tiempo que puso en marcha en 1920 su propia distribuidora de películas para suministrar a los cinematógrafos de la tierra, junto a otro popular hombre de negocios, Florentino Lorente, una empresa que, con el tiempo, fue a más, y de su primer domicilio, en Alcalde Conangla, pasó al Paseo de Alfonso XII, el actual Paseo de la Libertad.
Estamos en 1927, y la actividad en las oficinas de Cinematográfica Valenciana, nombre de la empresa en cuestión, era incesante. Pero el sábado, 12 de febrero, estas dependencias se vieron afectadas por un grave incendio. Fue en torno a la una de la tarde, y según la crónica publicada en El Defensor de Albacete, "el siniestro adquirió caracteres alarmantes en los primeros momentos, si bien logró pronto ser sofocado, reduciéndose al despacho donde se produjo".
En el momento del fuego se encontraban trabajando en estas dependencias el hermano del representante de dicha casa cinematográfica, de nombre Óscar Sánchez, acompañado de un joven que le ayudaba en la labor de revisar las películas. Precisamente, el origen de las llamas estuvo en una de las cintas. "El fuego se produjo por haber caído una película que se encontraba sobre la mesa del despacho al brasero que estaba colocado debajo de éste". La explosión causó el consiguiente pánico para quienes trabajaban en ese momento en la sucursal cinematográfica y también para quienes desde la calle comprobaron el pavoroso incendio. Y es que la película incendiada levantó grandes llamas, "propagándose el fuego a otra (película) que estaban pasando y a otras que había esparcidas en la habitación".
Los primeros en llegar al lugar del siniestro fueron guardias de seguridad, que pudieron abrir la puerta de la oficina y socorrer a los ocupantes de las dependencias de la distribuidora. Con el paso de los minutos se incorporó personal de vigilancia y hasta agentes municipales. "Entre todos y varios vecinos se arrojó agua, logrando acabar con el fuego, sin necesidad del auxilio de los bomberos", narraba la crónica del suceso. El vehículo bomba situado en la Cámara Urbana se envió como primera medida, pero cuando llegaron los profesionales ya no fueron necesarios. La noticia de El Defensor de Albacete coincidía en lo esencial en la que publicó al día siguiente El Diario de Albacete, que destacó la práctica destrucción de todos los enseres del despacho y su notable valor económico.
Deficiencias en la chimenea del 'Teatro Cervantes'
Años después, en 1930, una noticia que afectó al Teatro y Cine Cervantes de la calle Ancha saltó a la prensa nacional. Era lunes, 10 de marzo, pasadas las 15 horas, durante una proyección infantil un hombre advirtió de la existencia de fuego, lo que provocó que el público se aglomerase en la puerta en su intento por huir del siniestro, lo que terminó con varias personas contusionadas.
Faltaban apenas unas horas para que el cine sonoro se
estrenase en Albacete en este mismo local, cuando se registró este incidente,
que tuvo su origen en la falta de tiro de la chimenea de la caldera de la
calefacción, pero según declararon los representantes de la empresa, no existía
peligro.
Sea como fuere, varios niños tuvieron que ser atendidos en la Casa de Socorro, en concreto, hasta cinco, con edades comprendidas entre los 12 y los 17 años, y con lesiones y heridas de diversa consideración.
Fuego en el cine de estraperlo en la Estación de Chinchilla
Los años se sucedieron, y salvo que pasaran inadvertidas para la historia contada de Albacete y su provincia, el siguiente incidente con fuego de por medio llegó en los años 50. La pericia del proyeccionista evitó una sesión de cine con final fatal. Estamos en el invierno de 1951, y el cine de la Estación de Chinchilla proyectaba, como en otras ocasiones, una película de estreno. Sí, porque en esta sala, promovida por los propios vecinos en una nave que, vista hoy, apenas conserva las huellas de lo que fue, se exhibían cintas que en algunos casos no habían pasado por ningún cine de España. Las películas, al igual que cualquier otra mercancía, se transportaban en ferrocarril, y la Estación de Chinchilla era un punto estratégico de las comunicaciones entre el Levante y el Centro de España.
Cuando los convoyes se detenían en la pedanía chinchillana, en nuestra particular Canfranc, el jefe de la estación o el ferroviario que procediera sacaba de los vagones alguna que otra película, se proyectaba en el cine y luego, vuelta al tren. Y así fue durante un tiempo, periodo en el que los vecinos de la Estación de Chinchilla eran unos privilegiados, espectadores preferentes en esa España de posguerra.
La nave de la Estación de Chinchilla apenas conserva los restos de lo que fue en su momento, un cine.
Sin embargo, uno de esos días de estreno, de sillas de enea, de ladrillos que habían pasado por el sagato para convertirse en calefactores improvisados y de caramelos caseros, llegó el sobresalto. La historia fue descubierta por el escritor Arturo Tendero. Ese día de invierno de frío siberiano tocaba ver Caravana de mujeres. Y todo iba bien, como de costumbre, hasta que, de pronto, apareció una mancha en uno de los márgenes de la pantalla, un agujero negro que creció rápidamente hasta devorar el plano. "Medio hipnotizados aún por la ficción, los espectadores volvieron la cabeza hacia el proyeccionista y lo vieron agitarse y luchar contra las llamas para que no devorasen todo el celuloide y consumiesen la película entera, con látigo, carromatos y mujeres. Lo vieron arrojar el rollo por una ventana. O no lo vieron, porque el espanto había formado algarabía y la gente se amontonaba para huir de la humareda. Tal vez fueron unos segundos, probablemente poco más que unos minutos que formarían parte de la historia del cine nacional si no fueran tan furtivos".
El caso es que, de repente, ese cine de estraperlo dejó de serlo; pasó a convertirse en una sala de reposiciones, y gracias. Pero, de nuevo, la habilidad del proyeccionista evitó males mayores, un final trágico.
'La pequeña
madrecita' que llevó la tragedia a Bonete
Unos meses después, y no muy lejos de allí, se produjo otro incendio, pero de fatales consecuencias. Fue el 1 de enero de 1952 en Bonete, y costó la vida a dos personas, además de numerosos heridos. El diario Albacete publicó el 2 de enero una amplia crónica de lo sucedido bajo el título de "Trágico suceso en Bonete". Apenas unas horas antes, sobre la una de la madrugada de ese fatídico día de Año Nuevo, y mientras se celebraba una sesión en el Cine María Victoria, durante la proyección, de repente, un mal contacto de la cinta con los carbones de la máquina provocó una explosión seguida del incendio de los rollos del film en la cabina del operador, situada en el piso alto de la sala, donde estaba la entrada general.
Imagen del local que acogía el cine de Bonete ('Bonete, una historia desapercibida', de Benjamín Egido) y titular de la noticia aparecida en el diario 'Albacete'.
El proyeccionista dio la voz de alarma y se arrojó por una ventana de la cabina que daba a un patio, pero sin sufrir daño alguno y entre el público de la zona de general, formado aproximadamente por un centenar de personas. Esta situación provocó un pánico extremo, "lo que generó una peligrosa aglomeración al pretender todos ganar la escalera que conduce a la puerta de salida al mismo tiempo", señalaba la crónica periodística, que no ahorraba apenas detalles.
Al caer los primeros espectadores que buscaban la salida, "se produjo un taponamiento trágico, ya que quedó obstruida la escalera, siendo causa esencial de la catástrofe el terror de dichos espectadores de la entrada general que se atropellaron mutuamente", destacaba el rotativo, que aclaraba que, mientras tanto, el público de butaca desalojó con orden la parte baja del teatro y el pequeño incendio no se propagó al resto del local, "quedando limitado a la cabina, que sufrió grandes destrozos".
A consecuencia de la citada aglomeración, resultaron muertos en el acto un hombre de 68 años edad, casado y alguacil del Ayuntamiento, quien pretendió poner orden entre quienes que bajaban por la escalera, siendo arrollado por la masa de público, perdiendo también la vida una niña de 15 años de edad.
El balance, una decena de heridos de gravedad, que fueron evacuados al Hospital Provincial, donde recibieron la asistencia sanitaria necesaria; además, otras tantas personas también sufrieron heridas, pero de menor consideración, por lo que una vez atendidos, regresaron a sus domicilios.
El suceso provocó ipso facto la movilización general de las instituciones y sus responsables. Así, el por entonces gobernador civil en la provincia, Francisco Rodríguez Acosta, se trasladó inmediatamente a Bonete, visitando el lugar de la desgracia, cambiando impresiones con las autoridades locales e interesándose por el estado de los heridos. Antes de regresar a la capital, Rodríguez Acosta hizo entrega al Ayuntamiento de la localidad "de un importante donativo en metálico con destino a los familiares de los muertos y de los heridos de condición humilde", en concreto, 2.000 pesetas, puntualizaba el periódico, que no quiso pasar por alto la presencia del teniente Ponce de León, jefe de la Comandancia de la Guardia Civil de la provincia, además de ambulancias de la Jefatura de Sanidad de la provincia y de Almansa, que se encargaron de realizar el traslado de los heridos graves a la capital.
Carnet de operador de José Antonio Egido, sin cuya valentía la tragedia de Bonete pudo ser aún mayor. / COLECCIÓN BENJAMÍN EGIDO
Cartel de la película cuyo mal estado pudo estar detrás del incendio del cine.
La crónica apuntaba a la "falta de serenidad" como la causa primordial de la tragedia en especial, entre los espectadores de entrada general ante la explosión originada en la cabina de proyección, "único lugar afectado por el siniestro y que estaba debidamente aislado del resto del local, ofreciendo la construcción las debidas garantías y dándose la circunstancia de que la escalera de evacuación tiene la suficiente anchura y condiciones de seguridad para el desalojo rápido y normal de las localidades superiores, debiendo citarse en contraste que el patio de butacas fue desalojado en pocos minutos sin que ocurriera el menor incidente".
De forma inminente, además, se constituyó en el Ayuntamiento de Bonete una comisión para encargarse de la recogida y distribución de los donativos hechos a favor de las víctimas de la catástrofe ocurrida en la noche del día 1 de enero, organismo que conformaron Francisco Ruiz Vizcaino, alcalde de la localidad; José Cantos Toledo, primer teniente de alcalde; Luis Celdrán Lozano, cura párroco; Juan Morcillo Monge, depositario municipal, y Julián Hijón Loriente, médico titular de la localidad que, por circunstancias, está ligado a la vida de una manchega universal, la actriz Sara Montiel, a la que curó de una tuberculosis. Pero esa es otra historia.
En cuestión de pocas horas, se reunieron miles de pesetas para los afectados del incendio en el que, tras la investigación pertinente, no se encontró responsable penal de lo acaecido en aquella noche de programa doble en el día de Año Nuevo, y en la que pasó a la historia la película La pequeña madrecita, distribuida por la empresa Cicosa, y que se encontraba en estado deficiente, según declaró el proyeccionista, José Antonio Egido, de 31 años de edad entonces.
La desgracia se produjo cuando el operario manipulaba el último rollo de esta cinta mejicana de 1944, dirigida por Joselito Rodríguez y que contaba en el reparto con Evita Muñoz Chachita, Narciso Busquets, Anita Blanch y Titina Romay. Según contó el propio proyeccionista, por el mal estado de la cinta, "se paró el motor que acciona la máquina de un modo repentino", por lo que el fuego comenzó a apoderarse de celuloide, pero "rápidamente" cerró la ventanilla de foco de la máquina, dio luz a la sala y accionó el interruptor del motor para desconectarlo de la corriente y, acto seguido, cortó la película y apagó con un trapo la cinta incendiada, mientras comenzó a arder el rollo que se encontraba en el bombo superior. Entró y salió de la cabina con el propósito de que se abriera la puerta de salida del local, sin generar alarma, consciente de la tragedia que podía provocar el alboroto. Pero ni siquiera que pusiera su vida en juego evitó lo que, instantes después sucedió. Sin duda, un valiente que hizo del cine buena parte de su vida y cuya acción evitó que la desgracia fuera todavía mayor.
Un incendio en El Ballestero que recorrió toda España
Seguimos en la década de los 50 del siglo pasado, en los primeros días de 1956. De nuevo, un incendio en un cine de la provincia, en concreto, en El Ballestero. Las crónicas de agencia hicieron que la noticia corriera como la pólvora por la prensa nacional. "Heridos por alarma en un cine de Albacete", decía el titular del diario Imperio Diario de Zamora, reproduciendo un teletipo de Cifra.
Durante una proyección en el cine de esta localidad, el público advirtió que por la ventanilla de la cabina de proyección salía una abundante humareda consecuencia de un incendio. Lógicamente, las voces de alarma provocaron que los asistentes se precipitaran en tropel en busca de la salida, y la confusión acabó con algunos lesionados, afortunadamente, de poca importancia.
En este caso, de nuevo, fue el equipo de cabina el que peor parado salió. De hecho, los operadores fueron encontrados dentro del habitáculo sin conocimiento y con síntomas de asfixia, pero tras ser atendidos por los equipos sanitarios, fueron dados de alta. En El Ballestero, de acuerdo con el Anuario del Cine Español de los primeros años 60, funcionó un cine con el nombre de Pasapoga, que proyectaba los domingos.
Arde el vestíbulo del 'Capitol'
Seguimos con esta película que bien podría llamarse Pánico en el cine, en este caso, en el Cine Capitol, en la sala que acoge en la actualidad la Filmoteca de Albacete. Estamos en 1983, por lo tanto, en el Capitol segunda parte, ya que el primero puso fin a su historia en 1973, y el nuevo echó a andar en 1976. Pues bien, en la madrugada del 31 de marzo de 1983 un incendio en el vestíbulo disparó todas las alarmas, fuego que no pasó de ahí, es decir, que no alcanzó al patio de butacas. El desastre hubiera sido monumental.
Se proyectaba la cinta de Walt Disney, Ahí va ese bólido, y al parecer, una colilla mal apagada fue el origen que en menos de un cuarto de hora fulminó todo el vestíbulo que, por aquel entonces estaba revestido de moqueta, según recuerda el libro La aventura del cine. Albacete, en el centenario del Séptimo Arte. Intervino un completo operativo en el que la Policía Nacional tuvo que iluminar el vestíbulo para que los bomberos apagaran las llamas en tiempo y forma. Lógicamente, la sala tuvo que cerrar para recomponerse y lucir acicalada casi dos meses después con una película de campanilla, Tootsi, con Dustin Hoffman y Jessica Lange.
El último incendio
Y viajamos al 3 de marzo de 2016. Finalizado el último pase en los Multicines Yelmo del Centro Comercial Imaginalia, y ante el estupor de medio Albacete, que pudo contemplar las gigantescas llamaradas, en cuestión de minutos terminó calcinada una de las salas, la número 12. Alrededor de un centenar de personas fueron desalojadas tras declararse el fuego en torno a las 23.40 horas. Rápidamente se puso en marcha todo el dispositivo, desplazándose hasta el lugar del siniestro dos turnos completos de bomberos, en torno a 25 personas, junto a agentes de la Policía Local y personal de emergencias.
El siniestro obligó a abrir diligencias judiciales para determinar si el fuego fue provocado. Pero el Juzgado de Instrucción Número 3 de Albacete decidió archivar meses después la causa abierta, en la que se investigó a una persona, pero sin ninguna conclusión clara. Y su reapertura llegó más de medio año después, el 24 de octubre. Tras las obras pertinentes, y coincidiendo con la Fiesta del Cine de aquel año, los proyectores volvieron a realizar su trabajo.
Estado en el que quedó la sala en la que se produjo el incendio en Imaginalia. / SCIAB
Fundido en negro… The End