Del Central Cinema al Productor

20.03.2020

Fotograma de la película En provincia, del albacetense Ramón Gómez Redondo, para RTVE. Se puede ver la fachada del Cine del Productor y del Hotel Central, en la calle Concepción.


El cine de la calle Concepción, promovido por el empresario del ramo Mariano Requena, vivio varias etapas hasta su cierre en los albores de los años setenta


Cuando en marzo de 1947 fue reinaugurado por tercera vez, en esta ocasión como Cine del Productor, se contó con la presencia del teniente honorario de Caudete José Olivares, protagonista del sitio de Baler (Filipinas). Se proyectó Los últimos de Filipinas, en la que el personaje del por entonces cabo Olivares fue interpretado por el actor valenciano Juan Calvo


En enero de 1933 la apertura del Central Cinema tampoco fue argumento de un gran desarrollo informativo. El cine de Mariano Requena vino a hacer la competencia al Teatro-Circo y Cervantes.

Hay cines que tienen una, dos, tres... vidas. Varias fueron las salas albaceteñas que pudieron renacer de sus cenizas, como el Capitol, cuya historia está jalonada de cambios estéticos y estratégicos, como también le sucedió al Teatro-Circo. O el cine Carretas, que en una de sus etapas se convirtió en una sala de arte y ensayo. Y los hubo, como el Cervantes, con diferentes ubicaciones. Pero esos son otros cuentos de cine.

Pero existió una sala que vivió una particular historia: el Productor A. Este cine fue heredero del Central Cinema, promovido por Mariano Requena, un empresario del ramo que tomó el testigo de su padre, un pionero del sector que, procedente de Valencia, instaló durante años un barracón en la Feria en el que exhibía películas en el inicio del siglo XX.

El Central Cinema, situado en el número 9 de la calle Concepción, en el mismo edificio del Hotel Central, comenzó a funcionar en enero de 1933. La fecha exacta de su apertura no queda clara, pero pudo ser el 8 de enero de aquel año o, a más tardar, un día después. El caso es que el proyecto nacía con el objetivo de convertirse "en el punto de reunión de la buena sociedad albacetense", según rezaba una noticia publicada en el diario levantino El Pueblo en noviembre de 1932, adelantando, además, que la apertura de la sala estaba prevista para ese mismo mes. Pero los vaticinios fallaron.

El Central fue diseñado conforme a la última tecnología -"se rendirá culto al cine sonoro", se aseguraba en el diario El Pueblo-, y para ello, Mariano Requena adquirió un proyector de la casa Erko, fabricado en Berlín (Alemania), una marca muy popular en los años treinta, aunque hubo cines que mantuvieron estos aparatos, con los cambios técnicos pertinentes, hasta los años 70.

Además, el empresario firmó un contrato en exclusiva con Cinaes, una sociedad constituida en Barcelona en 1928 con el nombre de Cinematográfica Nacional Española Sociedad Anónima por un grupo de empresarios catalanes y personalidades del mundo del cine de aquel momento. El patrimonio de Cinaes lo formaban salas de exhibición en propiedad y otras asociadas, y con el paso del tiempo gestionó material técnico, cines y teatros, derechos en exclusiva de casas estadounidenses y filmes en distribución. A partir de septiembre de 1928 ya se anunció en la prensa con el nombre de Espectáculos Cinaes y, en poco tiempo, tenía bajo su control hasta 80 cines. Pero Cinaes desapareció el 24 de septiembre de 1935.

Competencia al Teatro-Circo y al Cervantes

El Central Cinema nació haciéndole la competencia a otras dos salas, el Teatro-Circo y el Teatro Cervantes, ubicado en el número 40 de la calle Mayor, en su esquina con Tesifonte Gallego, que abrió sus puertas en 1919 y que funcionó hasta 1936.

El cine vivía en estado efervescente y la aparición del sonoro no era sino un nuevo reto, tras unos primeros años en los que el sector atravesó momentos complicados. Y es que ni las grandes compañías, ni las salas, ni los propios artistas estaban preparados para tal cambio. Pero una vez encarrilado el cambio tecnológico, el cine se convirtió en uno de los recursos más demandados para el tiempo de ocio. Eso sí, en el momento que echaba a rodar esta nueva sala, el Central Cinema, había agoreros que hablaban de que el séptimo de los artes estaba en decadencia. Qué cosas. Hasta un artículo publicado en El Defensor de Albacete en esos días apuntaba que el cine "ya es un mal negocio en Estados Unidos". La cuestión es que todos esos pronósticos no acertaron.

Una de las primera películas que proyectó el Central Cinema fue Cinemanía, Movie Crazy era su título original, protagonizada por Harold Lloyd, y que estuvo varios días en pantalla por la excelente acogida de público.

Cartel anunciador de Cinemanía y un fragmento de la cinta.

Con el paso del tiempo, acogió otro tipo de eventos, pero como la de otras salas y otros negocios, con el discurrir de la década de los treinta, convertida en un polvorín político que terminó en la contienda nacional supuso su final. Pero no su muerte definitiva.

Nace el Cine del Productor

Y es que el Central Cinema acabó mutando en el cine Productor. Pero para hablar de este 'nuevo' cine hay que remontarse a la fecha en la que se inauguró el Hogar del Productor, de donde le viene el nombre, y que acabó, después de la Guerra Civil, en manos de la obra sindical Educación y Descanso. Fue en 1943 cuando abrió sus puertas en un acto presidido por el ministro secretario general del Partido, camarada Arrese.

Así, el cine Productor echó a andar el viernes, 3 de noviembre de 1944, en un momento en el que tan solo otras dos salas estaban en marcha, el Teatro-Circo y el Capitol, según se recoge en el diario Albacete, dentro de la sección de carteleras. Aquel día el periódico no dio ni una sola nota informativa acerca de esta apertura. En cuanto a la primera película que se proyectó en su pantalla fue La viuda Alegre, protagonizada por Maurice Chevalier y Jeanette MacDonald.

'Los últimos de Filipinas' y el cabo Olivares

Las autoridades políticas, militares y religiosas no quisieron perderse la reinauguración del Cine Productor en 1947, una sesión en la que se proyectó 'Los últimos de Filipinas', con presencia del cabo Olivares. / ARCHIVO MUNICIPAL DE ALBACETE

Pero más que la inauguración es más que curiosa la crónica de la reinauguración de este cine, uno de los episodios más interesantes de la historia del séptimo arte en Albacete. Para la reapertura del Productor se preparó todo un acontecimiento. La fecha elegida para reabrir la sala, una vez reformada, el sábado, 22 de marzo de 1947. Para tal evento se optó por una película de las que servían para ensalzar los valores patrióticos, Los últimos de Filipinas, dirigida por Antonio Román y estrenada en 1945.

Y es que resulta que a la función inaugural asistió José Olivares Conejero, un militar caudetano retirado, superviviente de los hechos de Baler (Filipinas), último fortín que mantuvo España en estas islas asiáticas antes de la derrota ante los nativos, en 1898, y que se narra en la película. Posteriormente, pasarían a manos de los Estados Unidos tras la firma del tratado de París entre ambas naciones, pero eso es otra historia.

José Olivares era uno de los personajes cuya presencia en Baler fue narrada en la cinta. Su papel estaba interpretado por el actor valenciano Juan Calvo. Destacar que en el remake de la cinta, 1898: Los últimos de Filipinas, dirigida por Salvador Calvo y producida por el empresario Enrique Cerezo, su personaje no aparece como tal.

En este acto de reapertura del Productor intervino el abogado Matías Gotor Perier. El cine Productor, al igual que el Hogar del Productor, dependía en estos momentos -como ya se ha apuntado- de la obra sindical Educación y Descanso. Fue totalmente reformado; de hecho, las obras motivaron el retraso en la inauguración de la temporada cinematográfica. Pero, sin duda alguna, no podía compararse la remozada sala del Productor a cualquiera de las que ya funcionaban en Albacete, aunque no era la opinión de los críticos. En la prensa se señalaba que su decoración era sencilla y elegante; sus butacas, nuevas y mucho más cómodas, y sus condiciones acústicas fueron mejoradas, lo que presagiaba que se convertiría en uno de los locales preferidos por los albaceteños.

La reapertura debía ser un verdadero acontecimiento, "de otra forma no puede calificársela, teniendo en cuenta la calidad de la película de estreno", decía el diario Albacete.

De Los últimos de Filipinas se comentaba en la prensa que estaba declarada de interés nacional "por la fuerza de su argumento y sus valores técnicos y artísticos". A la sesión inaugural, que tuvo lugar a las seis de la tarde del citado 22 de marzo del 47, fueron expresamente invitadas las primeras autoridades y jerarquías provinciales.

Pero sobresalía por encima de todo la presencia del teniente honorario del ejército José Olivares. Y era teniente honorario por una decisión del Caudillo que, además, le concedió una paga de 6.000 pesetas anuales. Años atrás, durante la Regencia de María Cristina, consiguió el empleo de cartero, que desempeñó durante más de tres décadas en su pueblo, y el rey Alfonso XIII, quien le recibió en la Diputación Provincial en su visita a la capital albacetense -fue el 15 de abril de 1905, acompañado del presidente del Gobierno, Raimundo Fernández Villaverde, para inaugurar el abastecimiento de aguas y la fuente del Altozano-, decidió conceder una pensión de dos pesetas diarias a todos los héroes de Baler, según contó con el paso de los años el propio militar retirado.

Juan Calvo interpretó al cabo Olivares en Los últimos de Filipinas, cinta que sirvió, con la presencia del militar retirado, para reinaugurar el Productor en marzo de 1947.

Pero volvamos a la reinauguración del Productor. El 24 de marzo de 1947, en el diario Albacete, el popular y maestro de periodistas León Cuenca escribía: "El sábado, en sesión especial para autoridades e invitados, abrió sus puertas al público ese nuevo local de proyecciones completamente reformado y decorado, de tal forma que podemos afirmar no desmerece en sus características con otras similares de nuestra capital". Cuenca contaba que se eligió Los últimos de Filipinas para rendir un "cariñoso homenaje" a quien en ese momento era teniente honorario del ejército. "La sala se encontraba totalmente ocupada de público, entre el que figuraban las primeras autoridades de la capital, que brindaron una calurosa ovación al teniente Olivares cuando advirtieron su presencia entre los espectadores".

El periodista Juan de Aguilar, del diario Albacete, fue el encargado de abrir el acto, que se convirtió en un evento de elevado tono patriótico, puesto que se destacaba el papel heróico del Ejército español, algo muy propio para el momento que se vivía. De hecho, la intervención de De Aguilar fue muy aplaudida, alocución que concluyó con los obligados "Viva España, Viva el Caudillo, Viva el Ejército, Vivan los héroes de Filipinas". El teniente Olivares subió también al escenario, acompañado del jefe provincial de la obra sindical Educación y Descanso, Estanislao Masi , quien le hizo entrega al militar afincado en Caudete de un regalo conmemorativo.

Los últimos de Filipinas auténticos. José Olivares es el número 26.

José Olivares recibió el reconocimiento de la regente María Cristina, de Alfonso XIII y de Franco.

Juan de Aguilar aprovechó la presencia del teniente Olivares para realizarle una entrevista. El militar retirado ya había visto tres veces la película "y en todas, Pepe se ha emocionado hasta el punto de llorar como un chiquillo", explicaba la esposa de Olivares al entrevistador.

Este militar recordaba a compañeros de Filipinas, tales como el capitán Las Morenas o el teniente Martín Cerezo, protagonistas de la película que ese día se proyectó en el Productor, que pasó a llamarse Productor A, después de que se pusiera en marcha el Productor B. en la Casa Sindical. El teniente honorario decía sobre la cinta que "a mí me parece que esta película está bien realizada y refleja con exactitud muchos de los episodios allí sucedidos, aunque no en toda su dimensión, y es que no es posible recoger en una película todo el dramatismo de aquella odisea". No obstante, y según se recoge en diversos artículos, José Olivares no estaba del todo convencido del relato que se la gesta de Baler se narraba en la cinta.

El declive del Productor...

Posteriormente, el Productor A se quedó ciertamente anticuado y sin posibilidad de competir con las nuevas salas que fueron surgiendo, tales como el Astoria, Gran Hotel y Carretas, e incluso con su "hermano de sangre", el Productor B, lo que provocó que la empresa que pasó a regentarlo con el tiempo, José Pérez García, optara por cerrarlo en los albores de los años setenta, aunque su fachada permaneció intacta algunos años más. Y es que ni las condiciones acústicas, ni la calidad de la proyección, ni las prestaciones de la sala para los espectadores eran las más apropiadas, y a pesar del esfuerzo realizado, el Productor A no era sino una sala con muchos achaques, incluso después de haber sido remozada.

De hecho, con el paso de los años, otro maestro de periodistas, Demetrio Gutiérrez Alarcón, recordaba que esta sala era "cutre", propia de un cine de extrarradio de una gran ciudad. A esta opinión se suma la del presidente de la Asociación de Amigos de los Teatros Históricos de España (Amithe), Javier López-Galiacho, que recuerda que la sala tenía un techo "de uralita", con sillas de madera "dura". Y en tono irónico, añade que recuerda que vió Tarzán en Nueva York, que más bien parecía "Tarzán en Galicia", ya que llovió y debido a las goteras "la lluvia caía dentro".

A este respecto, cuenta un amigo de Cuentos de Cine, Luis Morales, que "en los años sesenta el precio de la entrada al Cine del Productor -eufemismo para evitar la revolucionaria palabra obrero- era de un duro con carnet de Educación y Descanso y 8 pesetas sin él".

Programa de mano de uno de las numerosas proyecciones del Productor, que con el tiempo pasaría a llamarse Productor A, para distinguirlo del Productor B.

La sesión era continua y el programa doble, "por lo que nuestros padres podían dejarnos allí, tras culminar la interminable cola de la taquilla, un sábado a las cuatro de la tarde, y recogernos cerca de las 10 de la noche tras haber visto la misma película hasta tres veces". Una de las ventajas, recuerda, que "se podía entrar a cualquier hora, puesto que las dos películas volvían a comenzar sin solución de continuidad".

En cuanto al aforo, "no estaba limitado y los pasillos se llenaban de espectadores de pie". Dentro, "se estaba calentito y a resguardo de aquellos crudos inviernos, aunque si solo pillabas primera fila se resentían las cervicales". La experiencia de Luis Morales fue compartida por cientos de niños de aquellos años, cuando el cine era poco menos que una de las únicas alternativas para el tiempo de ocio. "Empecé a ser llevado a esas sesiones a finales de los cincuenta y seguí yendo, ya con los amigos, hasta finales de los sesenta en que se produjo la diáspora de los estudiantes hacia la Universidad". 

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