De los bazares a los primeros grandes almacenes, la modernización llegó a Albacete con unas escaleras mecánicas

20.05.2025

Bazar Núñez, Bazar Collado, Legorburo, Casa Paco, Casa Cuevas o La Cartuja fueron solamente algunos de los establecimientos pioneros que convirtieron a la ciudad de Albacete en un punto de interés por la calidad de su comercio


Hace medio siglo que Fontecha y Cano implantó en su centro comercial de la calle Ancha las primeras escaleras mecánicas de la ciudad, establecimiento al que continuaron Simago, Almacenes Navarro, Galerías Preciados, El Corte Inglés y los primeros hipermercados


La calle Ancha albaceteña es la historia del comercio local. Algunos de los establecimientos más emblemáticos de cuantos ha tenido esta ciudad se ubicaron en esta arteria principal durante décadas. Pero es indudable que un avance técnico marcó un antes y un después en este sector: la instalación de las primeras escaleras mecánicas de Albacete.

Este avance llegó de la mano de Fontecha y Cano, que implantó estas escalinatas automáticas, más que comunes en otras ciudades españolas para entonces, llegaron como parte de un ambicioso proyecto que buscaba modernizar y posicionar a la ciudad como un referente en comercio. Y vaya que lo hizo. A partir de entonces, todo cambió.

Almacenes Lorenzo, un establecimiento pionero en la ciudad. / PEDRO J. LÓPEZ CASTILLO

Para comprender la magnitud de este logro, es necesario retroceder en el tiempo hasta 1892, cuando Jesse Reno patentó su invento conocido como "el ascensor inclinado". La primera instalación de una escalera mecánica tuvo lugar en el Old Iron Pier de Coney Island, en Nueva York, en 1893, un avance que, a pesar de sus inicios humildes, se convertiría en uno de los símbolos más reconocibles de la modernidad en el comercio.

Pero retrocedamos en el tiempo. Digamos que un siglo. Basta con decir que la ciudad avanzó y se convirtió en lo que es gracias a una feria comercial. Hablamos de los grandes comercios, los que funcionaban en las principales calles albaceteñas, y que eran conocidos como bazares, principalmente.

Pioneros

Por ejemplo, Bazar Núñez, donde se podía adquirir desde la Brillantina India, sin grasa, que se comercializaba en otros comercios, como Matarredona o Blanco y Negro, un producto para acabar con las canas, sin teñirlas ni arrancarlas, al último grito en muebles de mimbre, junco y médula, hasta pistolas y revólveres, encargándose de las gestiones de las licencias y cuyo coste asumía al 50% el propio establecimiento.

Varias imágenes de Almacenes Lorenzo. / PEDRO J. LÓPEZ CASTILLO

También vendía gramófonos La Voz de su Amo y Odeón. Y gabanes, gabardinas, impermeables, camisería en rebajas tras pasar la fiesta de Reyes, y hasta vehículos de las marcas Overland y Willys, que ofrecía a plazos. Y en 1925, hasta muebles de gran moda, sillerías de junco esmaltadas en colores compuestos. Un ejemplo, sofá, dos sillones y cuatro sillas desde 130 pesetas, y pareja de sillones de mimbre, a 95 pesetas. Gramófonos de propaganga con ocho piezas, 100 pesetas. Y hasta los artículos Kodak siempre a precios de Madrid y Barcelona.

Otro popular establecimiento de entonces era Bazar Collado, que anunciaba desde bastones a corbatas, pasando por abanicos. Ubicado en la calle Mayor 32, uno de sus fuertes eran los discos para fonógrafos, junto con más de 50 clases de figurines para señoras, niñas y ropa blanca

Y qué decir de Casa Cuevas, en Mayor 63, especialista en material eléctrico. Pero, además, ofrecía gran surtido en linternas propias para regalos a los niños. También lámparas de las mejores marcas. Pararrayos X, los mejores. Maquinaria, radios y material eléctrico. Y siempre a precios baratísimos. Otro bazar más, La Cartuja, por supuesto, en la calle Mayor, que presentaba "preciosidades y modelos originales en juguete fino". Sus precios eran fijos y estaban marcados.

La calle Ancha, y en primer término, Bazar Núñez.

Y en 1928 ya se anunciaba Bazar Casa Paco. En el número 2 de la calle Concepción. A disposición del cliente desde ventiladores eléctricos, a vajillas y objetos de regalo. En 1931, ya en Marqués de Molins, aparatos de radio Philips y Telefunken, y combinados para música.

Venta a distancia

En cuanto a la venta a distancia y a plazos, ahora on line, no es una novedad de estos tiempos. Hace un siglo exactamente ya se ofrecía compra a distancia, como las bicicletas Areli, al precio de 390 pesetas, pagaderas durante 20 meses de crédito, a 19,50 pesetas cada letra. "Una máquina superior construida especialmente para el uso diario y el gran turismo", se señalaba en la prensa, aunque también ofrecía aparatos fotográficos, baterías de cocina, despachos americanos, cajas de caudales, cubiertos de mesa, discos, escopetas, prismáticos, impermeables ingleses, máquinas de escribir, motos, pianos y pianos automáticos, relojes de oro, de pared y antesala. La empresa suministradora era Crédito S. Loinaz, con sede en el número 39 de la calle Prim de San Sebastián, pero que desplegaba una intensa campaña publicitaria en la ciudad.

Apenas unos días después de aparecer los anuncios de esta empresa, la respuesta local no se hizo esperar. Y la antigua Casa de Saturnino López, en esa calle, en el número 19, el comercio de Elías Rovira acababa de recibir modelos de bicicletas de paseo desde 225 pesetas, ídem para carreras desde 300 pesetas; para niños y niñas desde 80 pesetas. Y mucho ojo, venta a plazos y al contado, además, motocicletas a 1.000 pesetas.

Interior de Legorburo, en plena calle Ancha (MARÍA JOSÉ LEGORBURO SERRA) y Fontecha y Cano, frente al Casino.

Y por supuesto, Legorburo, desde sus diferentes sedes, hasta que se implantó en lo que hoy conocemos como Edificio Legorburo, y que espera una solución definitiva mientras, erguido, no renuncia a su caché y que fue uno de los primeros rascacielos de la ciudad. Proyectado en 1935 por los arquitectos José Luis García Pellicer y Baldomero Pérez Villena, fue la culminación de un proyecto empresarial iniciado en el final del siglo XIX por José Legorburo Oriola, que fue además alcalde de la ciudad, y que fundó su primer comercio en la calle Pablo Medina. Luego vendrían Ricardo Castro, Mayor y calle Ancha, con la siguiente generación al frente y con un próspero negocio harinero en marcha.

Pero la lista de establecimientos comerciales que marcaron una época sería interminable. De hecho, esta ciudad siempre ha destacado por la calidad de su comercio antes de que las franquicias le dieran la vuelta al sector, imponiendo, quizá, un modelo excesivamente homogéneo fruto de la globalización.

También el negocio harinero era uno de los fuertes del Grupo de Empresas Fontecha y Cano, cuyo director general, Antonio Veciana, relata el cambio que supuso su nuevo centro comercial de la calle Ancha. "Lo que supusieron los nuevos almacenes Fontecha y Cano en 1972 fue la culminación de un sueño empresarial", explica, añadiendo que este comercio fue pieza clave en la transición de las tradicionales tiendas locales hacia un establecimiento que se inspiraba en modelos de grandes almacenes como Galerías Preciados y El Corte Inglés.

Bazar Collado estaba en la calle Mayor; en la primera imagen, aparece a la derecha, y la segunda fotografia, su escaparate.

El grupo, cuya sede principal estaba en la calle Imperial de Madrid, ya contaba con una sólida experiencia en el comercio mayorista y minorista en Albacete. Las antiguas tiendas, ubicadas también en la calle Ancha, ofrecían de todo, desde ropa hasta artículos de perfumería, en un entorno clásico de mostradores y dependientes. Sin embargo, el deseo de modernización y la necesidad de adelantarse a la llegada de grandes cadenas motivaron la apuesta por un establecimiento de gran envergadura en el solar donde había estado el Teatro Cervantes.

El nuevo edificio, que se conocería como Centro Comercial Fontecha y Cano, abrió sus puertas oficialmente el lunes, 18 de diciembre de 1972, y lo hizo como los "grandes almacenes de La Mancha", con una superficie de 2.500 metros cuadrados en cuatro plantas -las tres dedicadas a tienda y el sótano- para ofrecer "de todo para todos". Destacó por incorporar características innovadoras para la época, entre ellas las tan esperadas escaleras mecánicas, que fueron las primeras de su tipo en Albacete, generando una gran expectación. En una época donde la mayoría de los comercios eran de estructura más tradicional, las escaleras mecánicas representaban un signo palpable de modernidad, eficiencia y progreso.

El diseño del centro comercial también ofreció otras innovaciones, como grandes escaparates que mostraban las mercancías de forma más atractiva, buscando captar la atención de los transeúntes. También incluyó la diversificación de servicios, destacando una cafetería ubicada en la planta baja, convirtiéndose en un punto de encuentro. El espacio fue concebido para albergar todas las secciones de un gran almacén: desde ropa y artículos de hogar hasta juguetes y bisutería.

No todo fue sencillo durante la construcción. Como recuerda Veciana, "tuvimos un problema gordo con el agua subterránea. El antiguo arroyo -el río Piojo- que cruzaba la zona complicaba los cimientos". Para solucionar este obstáculo, el equipo de construcción instaló bombas permanentes que ayudaron a mantener el nivel del agua bajo control mientras se levantaba el edificio. Además, se construyó un compartimento completamente cerrado para evitar inundaciones en los sótanos, lo que permitió que la obra continuara con normalidad.

La inauguración de Fontecha y Cano transformó la experiencia de compra en Albacete. "Queríamos ofrecer algo diferente, adelantarnos a los tiempos. Y lo conseguimos", concluye Veciana con orgullo. Además de su arquitectura moderna y sus innovadoras instalaciones, todo bajo el diseño del arquitecto que fue alcalde, Carlos Belmonte, Fontecha y Cano fue pionero en otro aspecto importante: la introducción de la tarjeta de crédito azul, un sistema que transformó la forma de hacer compras en Albacete. Esta tarjeta, plastificada, no era como las actuales, como las Visa, sino que funcionaba como una especie de crédito personal dentro del centro comercial. Aquellos clientes que poseían la tarjeta podían hacer sus compras y se les apuntaban los gastos en su cuenta personal, los cuales podían saldar posteriormente.

Así, el establecimiento que comenzó como una tienda tradicional se convirtió en un referente en la ciudad y en un emblema de la modernidad del comercio en Albacete. Un capítulo brillante en la historia comercial local.

Imagen de la construcción de Simago, y en la segunda fotografía, Plaza Mayor con carteles anunciando la apertura de este establecimiento, en 1974.

Un par de años después llegó Simago, que abrió sus puertas el jueves, 4 de abril de 1974, unas modernas instalaciones, amplias, con todo el confort y funcionalidad. Según la prensa, fue un auténtico acontecimiento comercial que determinó una nueva etapa "por cuanto Simago viene a significar un importante estímulo, un aliciente más para los comerciantes albacetenses, cuyo prestigio está suficientemente aquilatado".

Simago se presentaba como "una organización en expansión para un país en crecimiento". La albaceteña era la sucursal número 37 de la cadena. Situado en un edificio de dos plantas en el 18 de la calle Tesifonte Gallego, reunía todos los servicios y características de su personalidad comercial, según la publicidad, desde aire acondicionado, a escaleras mecánicas -las segundas de la ciudad- para facilitar el acceso de una planta a otra, excelente iluminación, funcionalidad de las instalaciones, agradable decoración y un aliciente continuo en forma de ofertas especiales y orientación al cliente a través de un sistema de altavoces interiores y de señalización gráfica.

Ocupaba una superficie de 2.300 metros cuadrados dedicados a la venta de los más de 6.000 metros construidos, junto con servicio de cafetería y una plantilla de 100 personas para atender los departamentos de alimentación, perfumería, vestidos, bisutería, discos, libros, decoración, complementos. Más de 3.000 artículos diferentes para los 4.000 clientes diarios que esperaba la compañía, que desapareció en el final de los años 90 al ser adquirida por Continente, que destinó sus tiendas a la cadena de supermercados Champion.

Anuncios comerciales de algunos establecimientos de la ciudad.

La oferta de este tipo de establecimientos, relevo de los clásicos bazares, llegó en 1976, en concreto, el 2 de agosto. En esa fecha abrió sus puertas la siguiente propuesta comercial de Almacenes Navarro, la empresa fundada por Tomás Navarro Martínez, primero como fábrica de calzado y después como comercio de curtidos. Ese día agosteño comenzaron a funcionar dos establecimientos en uno, Navarro Eurocentro de Comercio, en Dionisio Guardiola 34, y Expotodo, en Torres Quevedo 3, que ya son historia.

Y a partir de aquí, el desembarco de los dos grandes transatlánticos del sector de los grandes almacenes. Primero, Galerias Preciados, que comenzó en Villacerrada el 18 de septiembre de 1981 con su local de 2.200 metros cuadrados para, con el tiempo, adquirir Fontecha y Cano. Finalmente, esos dos locales pasaron a manos de El Corte Inglés, el 7 de enero de 1996. Y 25 de abril de 2008 abrió sus puertas en su actual sede de la avenida de España. Y entre tanto, llegaron los hipermercados Pryca y Carrefour, Eroski y Alcampo.

Y todo ello comenzó con los viejos bazares y con los grandes almacenes, entre los que Fontecha y Cano marcó un hito, con sus primigenias escaleras mecánicas, a un paso de las Cuatro Esquinas, y con una población, la albaceteña, deseosa de entrar en una nueva era comercial. Hoy, esas escaleras mecánicas siguen funcionando en el mismo lugar, ahora, en Sfera. 

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