Carmen de Navascués, la actriz que quiso ser Greta Garbo
La artista pasó parte de su infancia en Albacete porque su padre, un destacado militar condecorado por sus misiones en África y Filipinas, fue destinado a la provincia
"De oír siempre en labios de mi padre el nombre de Albacete, lo quiero y estimo", aseguró la estrella nacida en Valencia en una entrevista publicada en 'El Diario de Albacete' en 1934
Fue una de las actrices más populares del cine nacional de los años 30 y del italiano de los 40, y formó parte de la compañía de María Guerrero, con la que actuó en la ciudad
Se le atribuye una relación con el rey Alfonso XIII, de la que nacería en 1926 su hija, Carmen Gravina, que se dedicó a la canción
Foto publicada en Crónica de Madrid. en enero de 1932
Una de las mujeres con más glamour del cine español, y con una azarosa vida sentimental, ligada incluso a amoríos reales, vivió parte de su mocedad en Albacete. Y si no llegó a asegurar ese dicho de "a Albacete llegas llorando y te vas llorando», casi. Carmen de Navascués González, popular actriz en los años 20 del mejor teatro nacional y cotizada artista del cine de los 30 y los 40, residió en Albacete cuando su padre, un destacado militar condecorado por doquier y con un sinfín de misiones en España, África y Filipinas, Felipe Navascués Garayoa, fue trasladado a este cruce de caminos. Su madre era Marina González de Arlegui.
La vida de Carmen de Navascués daría para una telenovela, o mejor, para una superproducción de cualquier plataforma que se precie, porque reunió en sus casi nueve décadas de existencia -falleció a los 87 años- todo tipo de experiencias, unidas, en muchas ocasiones, a hombres poderosos, y no sólo de la política. Pero también supo reinventarse una y otra vez para salir adelante.
Su paso por Albacete
Una entrevista publicada el 25 de febrero de 1934 en el periódico local El Diario de Albacete es la pista definitiva que nos sirve de acta casi notarial de la satisfactoria experiencia albacetense de la popular actriz y cantante... y mucho más. Sí, porque también se dedicó a la canción, la danza y el deporte. Y no fue mujer de un solo país, España, sino que demostró sus cualidades artísticas en Francia, Alemania, Portugal, Inglaterra e Italia. El mundo era un pañuelo para ella. En esa interviú firmada en Madrid, una verdadera exclusiva del periodista conocido como Ruizva, Carmen de Navascués afirmaba: "¡Si usted, amigo Ruizva, supiera los recuerdos que en mí despierta el nombre de Albacete!".
La actriz, con ropa deportiva en 1935 (Cinegramas) y autógrafo de la artista.
Ante tal exclamación, al redactor no le quedó otra que centrar buena parte de sus preguntas por ese camino. "Mis recuerdos son familiares, y no olvido el cariño que mi pobre padre profesaba a esa tierra manchega, donde fue destinado como teniente coronel. En Albacete estuvo muy poco tiempo y desde allí salimos para África, de donde mi padre ya no volvió a salir más". "Poco tiempo", pero que caló en los recuerdos de una joven como lo hace la humedad en los huesos, y cuya vida, que arrancó en los albores del Siglo XX en Valencia -donde nació, según declaró ella misma-, le llevaron por multitud de plazas, los destinos castrenses de don Felipe. Apenas hubo ciudad con acuartelamiento en España que no contara con la presencia y dotes de mando de quien falleció en Ceuta en enero de 1918, siendo ya general.
La actriz nunca olvidó Albacete, "porque de oír siempre en labios de mi padre el nombre de Albacete, lo quiero y estimo". Confesión de la artista en esa entrevista en la que no ocultaba que también se llevó algún chasco, ya profesional, en nuestra tierra. Cuando ya dejó de ser una chiquilla y se convirtió en adolescente, según declaró al periodista albaceteño, ingresó en un convento cerca de Gibraltar, pero "las monjas no hacían carrera de mí, era una verdadera diablesa, lo revolvía todo, no dejaba a nadie parar". No sorprende, conociendo su biografía.
Y con esa cabeza que le bullía como una olla a presión, Carmen de Navascués comenzó a sentir "el ansia de ser artista", una vocación que le surgió como una aparición, "cuando paseaba a caballo por los poblados cercanos a Tetuán", donde le gustaba escuchar a los oriundos de la zona, "sus cánticos extraños y melodiosos que me embriagaban", y que le dieron pie a sus primeras actuaciones, eso sí, domésticas.
Imagen aparecida en la revista Popular Films en abril de 1932, en la que se señalaba; "La bella estrella de la Paramount y de La Voz de su Amo interpreta 'Despues que te fuiste'
El diario La Voz de Madrid incluyó en su portada del 8 de diciembre de 1923 esta fotografía de una joven Carmen de Navascués.
El caso es que, tras el fallecimiento de su padre, consiguió entrar en la prestigiosa compañía teatral de María Guerrero y de su esposo Fernando Díaz de Mendoza y Aguado, por cierto, noble que ostentaba, entre otros títulos, el de Conde de Balazote. Una vez en la troupe Guerrero-Mendoza, pasó varias temporadas en Madrid, al menos, tres. Aunque como ahora, también salían de gira a hacer provincias, y hasta las américas. De hecho, fundaron el Teatro Nacional Cervantes de Buenos Aires. Y en Albacete, la Guerrero era una fija. "Mis actuaciones fueron en Albacete insignificantes con la compañía Guerrero-Mendoza, cuando yo era damita joven", señalaba en el reportaje de Ruizva. Y repasando la hemeroteca hubo algunas representaciones en el Teatro-Circo, en las que esta 'familia' teatral que no salió bien parada por parte de un exigente público albacetense, aunque fueron mayoría las que acabaron en ovaciones eternas.
Primeras actuaciones
Las primeras actuaciones que se recuerdan de Carmen de Navascués -o Carmen Navascués, a secas, ya que el 'de' sumado a su apellido aparece y desaparece como el Guadiana- son de 1923, y en las diversas crónicas publicadas de su paso por el Teatro Rey Alfonso de la capital de España se reconoce su versatilidad como intérprete. Ni una, ni dos veces; en muchas más ocasiones fue reclamada para relevar a actrices de renombre, e incluso, tuvo que demostrar que también podía bailar. En fin, por lo que se deduce de su historia relatada en los periódicos, lo que se dice hoy en día una artista multidisciplinar.
Pero, como le sucedió -y sucede- a tantas otras mujeres, fruto de una sociedad sexista, sus dotes artísticas no eran valoradas en la misma medida que su apariencia física. De hecho, trató de huir de la definición de mujer fatal por su belleza, aseguran, arrebatadora. El propio redactor de El Diario de Albacete destacaba hace 90 años de Carmen de Navascués no sólo sus "inmensos ojos" -que comparaba con los de la actriz húngara Lya De Putti (1889-1931), conocida por su interpretación de personajes de femme fatale cuando el cine no hablaba-, sino su "escultural cuerpo", amén de referirse, eso sí, a su enorme poso cultural gracias a su educación en un ambiente "de distinción y elegancia".
La artista, en 1935.
¿Y qué pensaba la actriz de esa imagen? En sus respuestas lo dejaba meridianamente claro. "¿Tengo yo la culpa de esta aureola de mujer fatal que tengo? No sé qué hacer, me tienen frita. Y soy de lo más ingenua... tanto que tengo que privarme de subir en el ascensor cuando sube algún vecino, sus mujeres celosísimas; ¿yo, tener amigos casados? Imposible. Pero si hace poco tuve que hacer la mar de equilibrios con un íntimo amigo mío, periodista él y de renombre, casado, que no tuvo más remedio que presentarme a su mujer, porque según ella le quería quitar el marido".
Cuando Ruizva entrevistó a Carmen de Navascués, la actriz estaba en pleno rodaje de Besos en la nieve, en los estudios de Cinematografía Española Americana (CEA) de Ciudad Lineal de Madrid, junto a Pedro Terol, una película de intrigas amorosas que se desarrolla en la estación de esquí de Guadarrama, y en la que las canciones interpretadas por ambos protagonistas, según la partitura del maestro Luis Patiño, juegan un papel definitorio. "Toda ella -afirma la artista- está impresionada en la Sierra de Guadarrama y su ambiente de bellos paisajes no tiene que envidiar a ningún film de los extranjeros".
La música
Así, a sus facetas como actriz de teatro, intérprete de cine, bailarina... se sumó entonces la de cantante, a pesar de que no había recibido clases en su vida. "Ninguna, es por vocación, algo sé de música, pero con gran tenacidad he conseguido obtener una voz que creo que no es del todo desagradable", afirmaba quien era protagonista con cierta frecuencia de la prensa del momento, hablando del color de su pelo, rubio o moreno, según convenía, de su dieta para adelgazar, o de cómo pasaba las Navidades.
Esta película no era sino otro escalón en su carrera cinematográfica, en la que además incorporó otra de sus habilidades, la de esquiadora, por lo que no necesitó de especialista para las escenas que transcurrían en la montaña. Incluso, en 1935, la revista Cinegramas le dedicó un amplio reportaje destacando la afición de la actriz por diversas disciplinas deportivas, no sólo el esquí. También tenis, equitación, boxeo, pelota vasca... Y hasta en alguna publicación se desliza que fue campeona de Castilla de esquí.
Pero su filmografía no arrancó ahí, ya que en 1931 actuó con Imperio Argentina en la película ¿Cuándo te suicidas?, una de sus primeras incursiones en las producciones que Paramount Pictures rodó en los estudios parisinos de Joinville-le-Pont, que se convirtieron en una sucursal del mismo Hollywood, llamado en España Cinelandia, y hasta donde se trasladaron algunos autores y los artistas más conocidos del cine patrio para el rodaje de películas en castellano para el inmenso mercado hispanoparlante. Por cierto, el gran Pepe Isbert aparecía en el plantel artístico de la cinta. Y en tierras parisinas trabajó junto a Maurice Chevalier en El cliente seductor, también en ese 1931, mientras en España el cine, en plena II República, atravesaba una seria crisis de financiación y las salas estaban 'ocupadas' por las producciones americanas.
En París, en los estudios de Joinville-le-Pont rodó para la Paramount, junto a Maurice Chevalier, 'El cliente seductor'
En 1932, rodó a su vez en Joinville-le-Pont la cinta París, te amo, junto a Henry Garat, y grabó el fox-trop Después que te fuiste, perteneciente a la película de dibujos animados La selva loca, y que fue un éxito musical que la encumbró, una canción, por cierto, muy radiada en EAJ 44, Radio Albacete.
No cabe duda. Una vida muy ajetreada la de aquellos primeros años 30, en la que el cine le dio un papel de estrella en esa réplica de Cinelandia en tierras francesas, cuyas producciones, realmente, no fueron bien aceptadas por el público al que iban dirigidas, españoles e hispanoamericanos. Pero esa es otra historia. La cuestión es qué motivos impidieron que la artista valenciana diera el salto al Hollywood auténtico, en Los Ángeles, como tantos otros compatriotas.
Supo llevar adelante Carmen de Navascués todo el trajín de su vida artística, de aquí para allá. Mujer dura, moderna, extravagante y libre. Y con una hija. Sí, porque ese es otro de los curiosos capítulos en la particular historia de la actriz. Según recuerda un reportaje publicado por el diario La Vanguardia, en 2020. Carmen de Navascués dormía con esmoquin, llevaba medias a rayas y no viajaba sola, "siempre se llevaba a la hija que tuvo con su primer marido, Fernando Gravina Castelli, un compositor nacido en Constantinopla y autor, en esos años veinte, del primer himno de la Selección Española de Fútbol. La actriz llevó con él una vida bohemia en un pisito de la calle Atocha de Madrid".
La estancia de la actriz en París fue tremendamente activa.
Nada de lo escrito y descrito sorprende. Pero sí un
secreto escondido en la carpeta 1.175 que se localizó en el Archivio
Centrale dello Stato de Roma, a propósito de la investigación que sobre
el periodista César González-Ruano (El marqués y la esvástica.
César González-Ruano y los judíos en el París ocupado, editorial Anagrama) publicaron Plàcid García-Planas y Rosa Sala
Rose en 2014.
El 'bombazo'
La Vanguardia recogió que esa investigación desveló que, durante la Guerra Civil, y cuando la artista había abandonado España, el periodista González-Ruano vivió en Italia junto a Mary de Navascués, su compañera sentimental. "Mary era fruto de un desliz que el joven periodista Hernán Navascués -hermano de Carmen de Navascués- tuvo con una chica de Tetuán. Para tapar el escándalo, el padre del periodista -el citado general Felipe Navascués- se hizo pasar por el padre de la niña", indicaba la publicación del rotativo catalán.
La casualidad se alió con los investigadores, y en esas cajas ocultas en unos archivos romanos, aparecieron unos informes confidenciales de la policía secreta de Mussolini de 1941, según los cuales, el rey Alfonso XIII, en el Madrid de finales de 1925, tuvo una relación sentimental con la actriz Carmen Navascués y de ese íntimo trato nació una niña, Carmen Gravina, en concreto, el 26 de agosto de 1926, y que no era ninguno de los cinco hijos e hija ilegítimas conocidas hasta ese momento del rey español.
Esa documentación se refería, además, a que Carmen Navascués y su hija, una adolescente, entonces a la que su madre llamaba Mimito, vivían en la capital italiana, donde la artista empezó a cantar en Radio Roma y a hacer películas. E incluso se apunta que recibía una pequeña asignación del Borbón.
Carmen de Navascués y su hija Carmencita, a la que llamaba Mimito, en la Navidad de 1933, fotografía de 'Crónica' de Madrid.
En las Navidades de 1933, la actriz era entrevistada en Crónica de Madrid. El día de Nochebuena aparecía esa revista en la que contaba como eran sus fiestas navideñas, y además de describir cómo, al igual que cualquier familia pudiente de entonces, montaba el Nacimiento con su hija. Sí, con Mimito, ya que según el reportaje. Carmen Navascués estaba "divorciada", extremo que meses después, sin embargo, la revista cinematográfica Cinegramas recogía que la actriz ni confirmaba ni negaba "lo que ya es comentario del día en todos los corrillos cinematográficos". Eso sí, no se escondía al afirmar que vivía sólo con su madre, Marina, y con su hija, Carmencita.
En Roma
Lo cierto es que, ya, en Roma, la artista con remembranzas albaceteñas encajó muy bien en su industria cinematográfica. Así, en esos años cuarenta, entre las películas que rodó en tierras italianas destacan La hija del corsario verde (1940), El pirata soy yo (1940), La canzone rubata (1940), El hombre de la legión (1940), El prisionero de Santa Cruz (1941), Capitán Tormenta (1942), El león de Damasco (1942), Grattacieli (1943), y Nebbie sul mare (1944). Buena parte de estos títulos fueron fruto del acuerdo alcanzado entre la española Cifesa y los estudios italianos Cinecittà, lazos comerciales y de producción que la firma de Vicente Casanova también estableció con la alemana UFA. La Guerra Civil había devastado la industria cinematográfica española, y era preciso seguir generando películas en castellano con las que entretener al populacho.
La artista regresó en esos años cuarenta en diversas ocasiones a nuestro país, pero como cantante, anunciada como Carmen Navascués y su Orquesta. Actuó en establecimientos hoteleros de lujo, como cuando lo hizo en 1944 y 1945 en el Ritz de Barcelona, y entre quien le acompañaba, su hija, que se presentaba como como Mimmo Gravina, con el tiempo, Carmen Gravina. En el final de los años 50 y primeros 60, la apodada Mimito por su madre lanzó varios temas en el mercado discográfico nacional al ser fichada por RCA Victor y después por Polydor.
Varios discos de Carmen Gravina.
Y los años se sucedieron. Y así, quien fuera el esposo de Carmen de Navascués, el músico Fernando Gravina Castelli, falleció el 18 de enero de 1954, según la esquela publicada en el diario ABC, recuerdo de su "afligida esposa" que se repitió en aniversarios posteriores.
Sin embargo, el tiempo y el olvido cayó como una losa en la existencia pública de la madre y la hija, y sus nombres desaparecieron de la actualidad. Pasaron a ser invisibles. Según La Vanguardia, Carmen de Navascués falleció por un paro cardiaco el 28 de diciembre de 1988 en el hospital de La Paz de Madrid, mientras que Carmen Gravina murió en el hospital de La Princesa, también de la capital de España, el 23 de octubre del 2006 de muerte natural a los 80 años. Al parecer, no hubo muchos familiares en sus sepelios.
Carmen de Navascués, la mujer que tuvo el cine español e italiano a sus pies, se marchó de este mundo con una mochila cargada de secretos, y con un sueño artístico pendiente, parecerse a Greta Garbo, a quien admiraba "con toda mi alma". Así lo confesó a Ruizva en esa curiosa entrevista en un diario albaceteño firmada por un periodista atrevido.
Hay mujeres que compran a plazos un nicho en el cielo
Hay mujeres que cambian abrazos por ramos de azahar
Mujeres fatal / Joaquín Sabina